Dejando de lado los “relativamente benévolos” asesinatos, torturas y violaciones de derechos humanos por parte del régimen de Assad que ya eran constantemente denunciados antes de la guerra, habría que recordar que algunas de las “bondades” de Assad incluyen el empleo de armamento químico en contra de su propio pueblo.
Escribiendo desde una pretendida superioridad moral que le otorga su tono sarcástico y distante, Jose Manuel de Prada olvida que la revuelta en Siria surge, no como una imposición maquiavélica de lo que él llama el “anglosionismo”, sino del propio pueblo sirio. Éstos, alimentados por lo que se dio en llamar la ”primavera árabe” salieron a las calle para protestar por la falta de libertades, y el régimen “benévolo” de Assad los reprimió con suma violencia.
Las decenas de muertos de esas primeras manifestaciones contra el “dictador relatívamente benévolo” han derivado más de 4 años después, a septiembre de 2015, en una sangría de 230.000 muertos y millones de desplazados. En el florecimiento de diversos grupos yihadistas, que han aprovechado la descomposición interna y el vacío de poder para instalar sus reinos del terror. En distintas guerras civiles entre laicos y religiosos, entrealawitas y suníes, etc.. En un tablero regional para la guerra por la hegemonía que libran Irán y Arabia Saudita. Pero sobre todo, en un drama humano imposible de ignorar, ni para Oriente, ni para Occidente. Por mucho que a Juan Manuel de Prada, informar de ello le resulte un mero ejercicio de “mezcla inmunda de sensiblería y cinismo”.
¿Que Occidente no ha estado, ni está a la altura de lo que está sucediendo en Siria? Probablemente no habrá un solo analista que difiera de esa visión. Pero responsabilizar una vez más a los malvados estadounidenses, y por supuesto, los israelíes, sólo muestra una visión conspirativa digna de los Protocolos de los Sabios de Sión.