“… y en la quietud contenta
de imperio silencioso
sumisas solo las voces consentía…
… el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio oscuro
con indicante dedo,
Harpócrates, la noche, silencio;
a cuyo, aunque no duro,
si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes…”, Sor Juana Inés de la Cruz
“… brota del fondo del silencio otro silencio…, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes,
… desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen”. Octavio Paz
En su introducción a Rebelión en la Granja, George Orwell se refería a la prensa británica del momento, pero era como si se refiriera a la actual cobertura en español, más que del conflicto árabe-israelí, de Israel, cuando decía advertía de la existencia de “un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que «no deben» mencionarse”, cuyo origen, decía, está bien claro: “en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas biempensantes y aceptadas sin discusión alguna”. Y, advertía, “cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias e intelectuales”.
Así, parafraseándolo, desde hace un buen tiempo, la ortodoxia actual impuesta por una mayoría de medios en español exige la admiración hacia lo palestino (como singularidad árabe, lo musulmán) sin asomo de crítica. Y, por consiguiente, todos (a una amplia mayoría) actúa en consonancia: cualquier crítica seria a los líderes palestinos, cualquier revelación de hechos que este liderazgo prefiera mantener ocultos, no saldrá a la luz. Así, “publicación tras publicación, sin controversia alguna, se han ido aceptando y divulgando los puntos de vista [palestinos/árabe-musulmanes] con un desprecio absoluto hacia la verdad histórica y hacia la seriedad intelectual”.
La ortodoxia es, más bien, como decían Kevin Coe y David Tewksbury et al. (Hostile News: Partisan Use and Perceptions of Cable News Programming) la forma de los medios y sus profesionales definirse a sí mismos en relación a unas perspectivas políticas particulares y de hacer de la audiencia un obsecuente seguidor que, con su aplauso, valida esa autodefinición. En pocas palabras, los medios convierten en doctrina ideológica y moral su posicionamiento. Lo queda fuera del foco estrecho es censurable, aborrecible.
El impulso de decir coincide con el impulso de callar. Se silencia para que lo expresado se ajuste al marco ideológico. Se establece una cínica armonía; una censura.
Como se indicara con anterioridad en CAMERA Español, el framing (encuadre), explicaba el profesor Robert M. Entman (Framing: Toward Clarification of a Fractured Paradigm), determina si la mayoría de la audiencia advierte – y cómo entiende y recuerda – un problema; así como la manera en que lo evalúa y decide actuar al respecto. Lo que lógicamente implica que los marcos apartan la atención de otros aspectos. Así, concluía el profesor, “la mayoría de los marcos se definen por lo que omiten, así como por lo que incluyen… para guiar a la audiencia”.
Silencio, porque se pretende que la imagen sea lo real universal; que la memoria sea la conveniencia. Silencio sin fin – como escribía Jorge Luis Borges – que es escudo (contra los escepticismos, contra la inquietud) y perfecta espada (para la “causa”). Silencio militante, activista, al mejor postor, propagandista – imponiendo, utilizando las palabras de Jacques Ellul (Propaganda: The Formation of Men’s Attitudes), “una gama completa de conocimientos intuitivos, susceptibles de una sola interpretación, única y unilateral, y que impide cualquier divergencia”. La omisión sella acabadamente la impermeabilidad de ese simulacro de discernimiento.
Vemos entonces la realidad, parafraseando a Jean Braham – citado por Robyn Fivush (Speaking silence: The social construction of silence in autobiographical and cultural narratives), de la misma manera que vemos una escultura de Henry Moore: los ‘agujeros’ definen la ‘forma’. Lo que queda reprimido es a menudo tan importante como lo que se dice. Por ello mismo, y como ya se señalara con anterioridad en CAMERA Español, Robert Entman (Framing: Toward Clarification of a Fractured Paradigm) explicaba que la mayoría de los marcos se definen por lo que omiten, así como por lo que incluyen, con el fin de guiar a la audiencia.
Lo omitido, en definitiva, delimita la realidad que percibe la audiencia. Y, acaso, lo hace de una manera más profunda que aquello que, aunque falaz, distorsionado, se menciona: lo que se oculta simplemente no existe siquiera para la duda.
Y es que, de acuerdo a lo que sostenía Fivush en el trabajo recién mencionado, como una narración proporciona un relato de lo sucedido cargado de significado y evaluación, y, a la vez, existe una relación dialéctica entre la memoria y la narrativa; “las formas en que se comparte el pasado en la interacción social cambiarán la forma en que el pasado es posteriormente entendido y recordado por el individuo”.
Así, proseguía la profesora de Psicología, cómo y qué se narra sobre el pasado es fundamental para lo que se recuerda. Para la realidad que se construya, en definitiva. “A través de múltiples narraciones, los relatos se convierten en versiones valorativas del pasado aceptadas”, decía. Y cuando los relatos son el mismo repetido, adobado con una pátina de “virtuosismo” y “acuerdo”, será esperaba que se arribe a la aceptación del mismo de manera más sencilla y tajante. “De este modo – proseguía Fivush -, las narraciones adquieren una perspectiva moral, explicando no sólo lo que ocurrió y lo que significa, sino lo que debería significar, llegando esencialmente a la ‘verdad’ del asunto”. Precisamente ello, advertía Fivush, “el silenciamiento se produce… por experiencias que no encajan en la narrativa culturalmente dominante”.
De ahí, se hace evidente, la necesaria omisión de las agresiones árabes que, a la vez que buscaban la eliminación de Israel, impidieron la formación de un estado palestino; así como el silenciamiento de las negativas palestinas a la paz, de las manifestaciones de su continuado objetivo de “liberar Palestina desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]”, y de las políticas y acciones asociadas a tal fin (la sistemática incitación a la violencia y el odio, la glorificación del terrorismo) y que sirven a su vez para desviar la atención local (y la internacional, que los financia) de la corrupción, la falta de democracia y de gestión política y económica de las necesidades diarias de sus ciudadanos.
Así, en el acto mismo de dar voz a algunos aspectos de un suceso y silenciar otros – concluía Fivush -, los individuos crean narraciones en las que lo que se cuenta se privilegia en la memoria y lo que se silencia se hace cada vez más difícil de recordar.
Silencio para no conocer hoy y para recordar torcido mañana.
El silencio del ruido
“Las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio”, Franz Kafka (El silencio de las sirenas)
Reiterada insistencia de lo mismo – el eslogan y la omisión necesaria. Como un grito que no se agota, el ruido silencia con la simulación de un consenso fabricado con la propia repetición. El ruido como disimulo vocinglero de la censura. El ruido como promoción de la pretendida “moral” enarbolada – y, en ese mismo acto, desmentida. “No puedo pensar en su ruido como un ruido. Es más bien una enfermedad del silencio”, decía un personaje de la novela Slapstick, de Kurt Vonnegut; y parecía estar hablando de buena parte de la cobertura en español del conflicto árabe-israelí.
Ruido, mucho, mucho ruido. Después de todo, como apuntaba Christine Anthonissen en su trabajo The sounds of silence in the media: Censorship and self-censorship, en los medios de comunicación son las palabras, en lugar de los espacios vacíos, las que articulan el silencio y, como tales, conllevan significado.
De manera que la sobre-definición del israelí, del judío, actuaría (al menos en parte) como el silenciamiento escrito de las visiones extremistas de los líderes palestinos; el “colono”, los “asentamientos” y la “ocupación” sirven a su vez para acallar la responsabilidad originaria árabe y palestina en el conflicto, para mutar un conflicto territorial en uno racial, donde, a su vez, como en un sistema que se retroalimenta, se transfiere, hipertrofiada, aberrante, la culpa, como un absoluto, al estado judío – sobre el que se amontonan las “pruebas” de esa “perfidia” ya dada a conocer por el antisemitismo clásico.
En ese silencio, por lo demás, y parafraseando a la propia Anthonissen, el periodismo no sólo oculta información, sino que también la utiliza para establecer la impresión de que es conocedor y fiable. Y, sobre todo, moral y admirable.
Censuras recientes: patrón de (des)cobertura
El 8 de junio de 2023, y según publicaba MEMRI, Samir Zaqout, jefe de la “Oficina Política” de la organización terrorista Yihad Islámica Palestina en Gaza, dijo en un programa en la televisión Al-Quds Al-Youm (Gaza) que los musulmanes conquistarán Roma y Europa como predijo el profeta Mahoma en los hadices.
Algo que se escucha de tanto en tanto en voz de líderes palestinos, y que pone en evidencia no sólo el carácter dilatado de su “causa”, sino, sobre todo, la motivación religiosa y, sí, antisemita, del conflicto con Israel para muchas de las organizaciones palestinas principales: es decir, no es una cuestión de autodeterminación – no lo fue cuando Jordania ocupó Cisjordania y Jerusalén Este, y Egipto, Gaza.
El 26 de junio de 2023 el Jerusalem Post informaba que el líder supremo iraní Alí Khameni, luego de reunirse con el líder del grupo terrorista Yihad Islámica Palestina, Ziad Nakhaleh, escribió en Twitter lo siguiente:
“La Yihad Islámica y otros movimientos de resistencia palestinos han encontrado la clave principal para luchar contra el régimen sionista. La autoridad cada vez mayor de los grupos de resistencia en Cisjordania es la clave para poner de rodillas al enemigo sionista, y esto, por supuesto, debe continuar”.
El medio israelí indicaba además que en el pasado año y medio este grupo terrorista ha establecido varias células armadas y ha reclutado a docenas de hombres armados en el norte de Cisjordania, específicamente en las zonas de Yenín y Nablús, según una fuente de seguridad palestina.
“Resistencia”, eufemismo para terrorismo que sólo creen quienes aplican mucha voluntad.
El medio continuaba apuntando que:
“Según la fuente, la Autoridad Palestina ha observado que existe una mayor cooperación entre hombres armados de la Yihad Islámica Palestina y los miembros de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, el brazo armado de la facción gobernante de Al Fatah, encabezada por el presidente de la AP, Mahmud Abbas”.
“‘Irán ya está aquí, en Cisjordania’, afirmó un funcionario palestino en Ramala. ‘Los iraníes quieren que sus agentes palestinos extiendan su control de la Franja de Gaza a Cisjordania’”.
Y esta información es silenciada para esos mismos voluntariosos, que en su lugar presentan las operaciones antiterroristas israelíes como “ataques” propios de la “ocupación”; es decir, crean un retrato de un poder casi omnipotente que, ya casi por gusto, avasalla a las víctimas absolutas, incapaces.
Un poco después, el 1 de julio de 2023, el diario Times of Israel decía que el líder de la Yihad Islámica afirmó que el líder supremo iraní era partidario de “pasar de un estado de calma a otro de resistencia” en Cisjordania, al tiempo que reiteró su apoyo a armar a los palestinos de la zona.
Para un buen número de lectores, oyentes y televidentes, los sucesos recientes en Yenin y Nablús responderán sencillamente a lo que dicte el alineamiento ideológico del medio o del periodista. Pero desde ya que en su mayoría estará alejado de la realidad: de grupos palestinos que buscan la eliminación de Israel, del expansionismo regional de Irán (y una buena dosis de integrismo religioso), y de falta de democracia y la corrupción de la Autoridad Palestina – que repercute en la situación socio-económica, que son elementos fundamentales para comprender la problemática, no habrán siquiera oído.
Como no habrán escuchado hablar de la sistemática incitación al odio y la violencia, ni de su glorificación, por parte de los líderes palestinos; la política de desprecio a la vida (del otro y la de los propios). Y la religión como medio para traficar con obediencias y justificaciones internas.
En este sentido, el 23 de junio de 2023 señalaba Palestinian Media Watch (PMW) que, como cada semana, el Ministerio de Asuntos Religiosos de la Autoridad Palestina dictó los temas de conversación para los predicadores de las mezquitas de dicha Autoridad para el sermón del viernes a través de una hoja de instrucciones.
Un ejemplo reciente, es la carta del 4 de junio de 2023 publicada en la página de Facebook del mencionado Ministerio. PMW indicaba que la misma daba instrucciones a los predicadores para que enseñen a los fieles que “a través de la fe, la piedad, la resistencia y la realización de Ribat, la victoria de Alá Todopoderoso llegará y estabilizará nuestras piernas, Alá enviará Su luz a pesar de los infieles”.
“La determinación de quienes llevan a cabo la Ribat [es decir, el conflicto religioso por la tierra reivindicada como islámica] en Tierra Santa, en primera línea, y su defensa de la religión, la tierra y la patria, encarnan los más magníficos actos de heroísmo y sacrificio”.
Ribat, un término al que también se refirió el “moderado” y “democrático” líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, en 2014:
“Hay personas realizando el ‘Ribat‘ (conflicto religioso / guerra sobre tierra que ser reclama como islámica). Todos debemos llevar a cabo el ‘Ribat’ en Al-Aqsa [mezquita]. No es suficiente decir: ‘los colonos han llegado [a la mezquita]’. Han venido, y no deben venir al Santuario (es decir, Monte del templo). Tenemos que evitar, de cualquier modo, que entren en el santuario. Este es nuestro Santuario…”.
“De cualquier modo”…
Hablando de Abbas, otro de los silencios que ha beneficiado su imagen de benévolo abuelo ante las audiencias occidentales es el que escondió sus declaraciones durante su visita a China recientemente. Así lo recogía Associated Press el 16 de junio de 2023:
“Líder palestino Abás finaliza su viaje a China luego de respaldar la represión contra las minorías musulmanas”, titulaba la agencia de noticias.
“[Abbas] dijo que los problemas relacionados con la política de China hacia los musulmanes en Xinjiang ‘no tienen nada que ver con los derechos humanos y tienen por objeto extirpar el extremismo y oponerse al terrorismo y al separatismo’”.
Uigures y otras minorías musulmanas de Xinjiang … de campos de detención, o concentración, o, si se prefiere, de “reeducación”, genocidio, esterilización forzada, trabajos forzados…
Todo vale, y nadie vale (más que sí mismo), para quien los objetivos se consiguen “de cualquier modo”, a toda costa, mediante sacrificios (siempre ajenos).
Y acaso el silencio más ominoso – y más necesario para construir la imagen criminal del estado judío – sea el del terrible papel que los niños palestinos son obligados a interpretar por sus líderes: combatientes, escudos humanos, reclamo propagandístico (que no pocas ONG y medios están prestos a comprar): carne de cañón.
“Justos” deshonestos
Decía Yasmine Dabbous en su trabajo sobre equidad y el equilibrio mediáticos en el Líbano (Media With a Mission: Why Fairness and Balance Are Not Priorities in Lebanon’s Journalistic Codes) que la definición de equidad (o imparcialidad) del diccionario (Merriam-Webster’s Dictionary y Thesaurus) se refiere a un enfoque “marcado por la imparcialidad y la honestidad, libre de intereses propios, prejuicios o favoritismos”. Equilibrio, por su parte, continuaba, es el acto de “disponer de modo que un conjunto de elementos sea igual a otro”.
En periodismo, avanzaba Dabbous, estos ideales no son fáciles de describir; “sin embargo, la definición de Fico y Cote se acerca a la aplicación normativa de ambos términos. La imparcialidad, escriben, implica la inclusión de la parte contraria en las historias conflictivas, mientras que el equilibrio se refiere a la referencia por igual a las distintas partes de una disputa. Juntos, imparcialidad y equilibrio, constituyen uno de los principales principios de la objetividad. […] Ambos conceptos han sustituido al inalcanzable sentido de la objetividad”.
Ya más enfocada en la realidad, libanesa, Dabbous citaba a Ramez Maaluf, director del Beirut Institute for Media Arts de la Lebanese American University, quien señalaba que la mayoría de los medios de comunicación libaneses actuales existen para difundir mensajes específicos: “Su propia misión es reflejar las ideologías de los partidos que los poseen o de las fuerzas regionales que los patrocinan”.
En el Líbano, sí, pero acaso, ¿no suena en algo a la cobertura del conflicto árabe-israelí y de la realidad de este último país en particular, de un número creciente de medios en español?
“La reportera de noticias locales de An-Nahar, Manal Chaaya – proseguía Dabbous -, afirmó que ‘es un derecho del reportero abrazar y defender los asuntos nacionales. El periodismo es más una misión y un deber patriótico que una profesión’. May Chidiac, presentadora senior de Murr TV, lleva la opinión de Chaaya un paso más allá. En su apoyo a las fuerzas libanesas, Chidiac considera que los periodistas ‘tienen derecho a revelar sus opiniones políticas’”.
Sus opiniones. Sus posicionamientos. La misión suprema del periodista.
En occidente, la “moral” funge de carta blanca para desviarse de la profesión y entregarse al activismo – a la opinión, la toma de partido – con el revestimiento de la encomiable honorabilidad, de la preeminente integridad; de la suprema misión.
Entrevista en Jot Down
Entrevista en El Periódico
La entraña, la ideología, la “alta moral” – como “suprema misión”, como fruto de la propia definición de justicia – dictan; la razón obedece. Y como de obediencias se trata, esto no busca ni crea lectores críticos, sino antes bien, fieles creyentes que saben lo que encontrarán en el rito diario del periódico, la radio o la televisión o las redes sociales: confirmación.
En su trabajo When Journalists See Themselves as Villains: The Power of Negative Discourse, Ruth Moon apuntaba precisamente que “la narrativa periodística sobre la profesión [o, si se quiere, la autojustificación profesional] sustenta la construcción de las funciones periodísticas, define los límites del comportamiento adecuado y marca la pauta de las relaciones con las fuentes, el público y los demás”.
Y citaba a Barbie Zelizer , quien “sostiene que las historias compartidas por los periodistas sobre sí mismos confieren identidad colectiva y propósito a su comunidad. En sus narraciones, los periodistas establecen normas y límites para su campo definiendo y excluyendo comportamientos desviados o inaceptables y recompensando los comportamientos ejemplares como legítimos”.
El periodista, así, dice qué es moral, qué es equidad, quién es el bueno, a quién hay que señalar; y ofrece ese mejunje premasticado y vaciado de nutrientes como si fuera un alimento informativo completo. De manera que el lector o el oyente, que cree darle un sustancioso bocado a la realidad, es en realidad pienso de esa maquinaria que se llama consenso, aquiescencia; aplauso y validación – porque la interacción entre audiencia y profesional cada vez más parece ser una suerte de clientelismo pseudoinformativo: para sostener la propia imagen de honorabilidad el redactor le ofrece a la audiencia la posibilidad de creer que participa de ella a través de su conformidad disciplinada; esto es, adepta, acrítica, festejante.
En este marco, el producto de esta digestión truncada (por lo que deja la lado) de la realidad es la interiorización de la “causa” palestina como una suerte de sistema ideológico-moral probo, justo – pero sólo como herramienta intermedia necesaria para llegar a la conclusión “lógica” de que Israel que representa su opuesto.
Preparando consentimientos
O, dicho de otra manera, esta elaboración sesgada de la noticia sirve a la función de, como lo denominaba el filósofo y sociólogo francés Jacques Ellul, ‘pre-propaganda’ que asumen algunos medios y algunos profesionales.
En este sentido, Randal Marlin explicaba, siguiendo a Ellul, en Propaganda and the Ethics of Persuasion que ninguna propaganda directa puede ser eficaz sin la propaganda previa, que crea imágenes, ambigüedades y estereotipos, aparentemente sin ningún propósito particular. Además de alterar los estereotipos, escribía, un propagandista puede tratar de crear mitos útiles en las mentes de la población, lo que también contaría como pre-propaganda. Y citaba a Ellul, quien desarrollaba lo que entendía por “mito”:
“… una imagen activadora que todo lo abarca: una especie de visión de objetivos deseables que… se han coloreado fuertemente, abrumadores, que todo lo abarcan… Una imagen así empuja al hombre a la acción precisamente porque incluye todo lo que él siente que es bueno, justo y verdadero. … Con el tiempo, el mito se apodera tan completamente de la mente del hombre que su vida se consagra a él. Pero el efecto sólo puede crearse mediante un trabajo lento y paciente por todos los métodos de la propaganda, no mediante ninguna operación de propaganda inmediata”.
Un ejemplo de esto podría bien ser el de la llamada “nakba”, un mito que abarca la condición de víctima palestina (es decir, la de verdugo, de opresor, de extraño, de Israel) acabada, absoluta (que supone una justificación para acciones violentas, para el deseo de eliminar al estado judío). De manera tal que lo negativo, lo pérfido, infame, es tratado como si fuera una peculiaridad de Israel, en lugar de un rasgo común a todos los pueblos humanos. Abordado el conflicto, y el estado judío en particular, de esta forma, puede no sólo erigirse en honorable el anhelo de acabar con este país – que deviene criterio de la iniquidad -, sino legitimar el antisemitismo histórico recalificándolo como la recta expresión del apoyo a un pueblo oprimido.
Así, proseguía Marlin, la pre-progpaganda en forma de mitos o estereotipos puede ser menos fácil de detectar porque es más “suave”, en el sentido de impeler menos a la acción; mas, una vez que se ha asentado en la conciencia de un público, será mucho más difícil contrarrestar la propaganda subsiguiente.
Y es que, en definitiva, esta labor sistemática, termina por instalar estándares, hábitos, de juicio (bien y mal) y elección a través de los que se percibe la realidad.
Sustrato para la propaganda
Sobre este cimiento actúa la propaganda, a la que Ellul caracterizaba en cuatro pares distintos. Entre ellos, vertical vs horizontal. Respecto de la propaganda horizontal decía que es la que se realiza “en el seno de las masas, no de arriba abajo”; de forma tal que es “el líder del grupo el que actúa como animador, dejando que los individuos se condicionen mutuamente”, con lo que “la persona que entra en el grupo lo hace sobre la base de informaciones, datos y razonamientos distorsionados”. Una característica de la propaganda horizontal, señalaba finalmente el filósofo y sociólogo francés, es que los participantes no la distinguen de la educación…
Otro de los pares con los que Ellul intentaba una definición o una identificación clara de la propaganda correspondía al formado por la propaganda racional y la irracional. La racional – en el sentido de que adquiere tal forma para su presentación – tiene la apariencia de una “verdad científica [o, podría decirse, factual] genuina”. “Las citas de hechos y cifras – decía Ellul – dan la impresión de una gran racionalidad, pero el oyente no puede o no quiere analizar las cifras y se deja persuadir por la apariencia de racionalidad en lugar de enfrentarse a la auténtica realidad. El individuo afectado suele estar convencido por un sentimiento emocional”. A ello, se le suma, necesariamente, la “supresión engañosa de otros hechos [o datos] pertinentes”, justamente. Una práctica tantas veces vista entre ONG posicionadas en el conflicto, y entre aquellos medios que reproducen esa propaganda en forma de informes confiables.
Contra la realidad
“Somos la versión moral de la realidad”, es en definitiva el mensaje que se dice sin pronunciar cuando se elige un lado del conflicto. O, lo que es lo mismo, “quienes afirman lo contrario a lo que decimos se encuentran en la vereda incorrecta de la historia”.
En definitiva, ello supone a la larga un “somos la realidad”. Pero como esta es un remedo, se hace inevitable el silencio como la mejor defensa contra, justamente, la realidad.
La “realidad” que presentan algunos medios, parafraseando a Jean Baudrillard (Simulacra and Simulation), devora el contenido de la realidad, así como a la propia comunicación que dicen ejercer; devora lo social. “Más que crear comunicación – escribía Baudrillard -, se agota en el acto de escenificar la comunicación. Más que producir sentido, se agota en la escenificación del sentido. Un gigantesco proceso de simulación… [y] chantaje a través del discurso… Una disposición circular a través de la cual se escenifica el deseo del público… […] Más real que lo real, así es como se suprime lo real”.
Y, acaso, definiendo según convenga lo que es, o no, justo; así se acabe con la justicia. Porque si esta es producto de lo que en cada momento decida cada cual, pues lo que queda es capricho, utilidad. Y esto, ya se sabe cómo se termina por organizar y capitalizar.