“Como pruebas, las acusaciones falsas, en sentido general, resultan más valiosas que las verdaderas. Primeramente, porque han sido elaboradas ex profeso, según las necesidades de la causa, a solicitud y a medida, lo que hace que resulten exactas y justas. También son preferibles porque trasladas las mentes a un mundo ideal y las alejan de la realidad que, en este mundo, ¡por desgracia!, siempre es imprecisa”.
Pero su perspicacia divisó aún un giro más cínico, si se quiere, cuando decía que “la mejor prueba es no tener ninguna prueba” pues “es la única que ni se discute”. La irrebatibilidad de la nada.
Algo de eso parecía inspirar – aunque lo de France era denuncia – el texto que la sesgada (véase el final de este artículo) organización Human Right Watch pomposamente calificaba de “informe”, cuando en realidad el resultado hablaba a las claras de algo bien distinto, y que titulaba “Gaza: aparentes crímenes de guerra durante los combates de Mayo”. La ONG, que afirmaba no haber recibido autorización para entrar en la Franja de Gaza (¿quiénes, entonces, hicieron el trabajo de campo?), no ofrecía pruebas, sino, antes bien, evidenciaba su inhabilidad ver (o voluntad para no ver) como fundamento de una conclusión que parecía haber sacado mucho antes siquiera de realizar el simulacro de seriedad.
Ya de entrada, el título con que presentaba el trabajo la organización se quedaba muy largo porque la cosa iba con Israel únicamente. Prometía, eso sí, otro “informe” sobre el ataque con cohetes por parte del grupo terrorista palestino Hamás – que en definitiva desencadenó la operación israelí para detener dichos lanzamientos y la posibilidad de que puedan efectuarse a una escala similar en el futuro próximo. Veremos qué dice el “informe” en cuestión; si es que hay “informe”.
Los casos
Más allá de breves singularidades, los tres “ataques israelíes” contra edificaciones en Gaza (y advertía que “otros ataques israelíes durante el conflicto también fueron probablemente ilegales”, dejando claro su grado de “seriedad”) que abordaba la ONG parecían uno el calco del otro. La misma torpe utilización de “testigos” que o bien habían sido víctimas de los ataques, o eran familiares de aquellas o habían presenciado el ataque. Es decir, que eran o parte del caso; o, como gazatíes, sabían muy bien qué debían decir (y, sobre todo, callar) so pena de castigo por parte de Hamás.
Precisamente, en un artículo titulado Challenges of monitoring, reporting, and fact-finding during and after armed conflicto (18 de abril de 2014; Professionals in Humanitarian Assistance and Protection), Donatella Rovera – quien lidera, nada menos que las investigaciones de campo de Amnistía Internacional – reconocía que:
“El miedo puede conducir a víctimas y testigos a ocultar pruebas o a dar cuenta de manera deliberadamente errónea de los incidentes. En Gaza, recibí información parcial o inexacta de parte de familiares de civiles muertos por accidente en explosiones accidentales o por los cohetes lanzados por grupos armados palestinos hacia Israel que habían fallado y de civiles muertos por ataques israelíes cerca de las posiciones de los grupos armados palestinos. Enfrentados con otras evidencias obtenidas por separado, algunos dijeron que temían las represalias de los grupos armados”.
“Sospechamos de cualquier hecho cuando los testigos [o para el caso, las fuentes]… tienen algo que ganar con su testimonio…”, escribió David Hume (An enquiry concerrning human understanding). HRW no sólo no sospecha, sino que los eleva al rango de contundencia probatoria.
Además de estos testimonios dudosos, la organización decía haber “visitado los sitios de los ataques e inspeccionado restos de municiones, analizado imágenes satelitales, videos y fotografías tomadas luego de los ataques”.
Huérfanos de argumentos, sólo restaun salto de fe, ese que le parecen suponer (y no sin razón) a más de un periodista y medio dispuesto a reproducir como noticia lo que tiene toda la apariencia de una operación propagandística.
Ni HRW veía nada que no fuera la versión de Hamás (una y otra vez no “encontraba pruebas de que fueran objetivos militares”), ni sus testigos decían nada que se saliera de su guion: no había, pues, “militantes”, en esos edificios; ni asomo de presencia del grupo terrorista. Todos civiles.
MEMRI daba a conocer el 17 de julio de 2014 que el ministerio de Interior de Gaza, controlado por Hamas, desde su página oficial de Facebook, llamaba a los activistas en las redes sociales a que “Siempre llamen a los muertos ‘civiles inocentes’” y a que “no publiquen fotos de cohetes siendo disparados desde centros de población civil”.
Alex Safian, analista de CAMERA apuntaba que está claro desde el principio de uno de los ataques “investigados” por HRW, en Beit Hanoun “fue causado por un proyectil palestino errante. Según un tuit del grupo muy antiisraelí Defense for Children International-Palestine,, la explosión se produjo el primer día de los combates alrededor de las 6 de la tarde, justo cuando Hamás comenzó a atacar a Israel”. Además, Safián indicaba que posteriormente, fuentes israelíes confirmaron específicamente este lapso de tiempo (aquí y aquí).
Safian se hacía una pregunta respecto de las afirmaciones de los testigos que probablemente HRW espera que no se hagan los periodistas y quienes suelen distribuir sus conclusiones: ¿Podrían los testigos locales revelar con seguridad lo contrario a lo que HRW afirma que dijeron – en este caso, que el ataque había sido israelí? La evidencia es que hacerlo sería arriesgar sus vidas.
Interrogantes
Safian tenía más preguntas – esas que probablemente los periodistas de los grandes medios que cubren el conflicto no hagan:
En el caso del 20 de mayo, HRW decía que “investigadores independientes que visitaron el lugar de los hechos, y las imágenes por satélite recogidas el 20 de mayo. ¿Quiénes eran esos “investigadores independientes” que estaban en Gaza? ¿Cuál era su área de experiencia? ¿Por qué no pueden ser identificados?
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Caso tras caso, HRW decía que el ejército israelí no le había facilitado información sobre sus operaciones (en este caso, concretamente sobre los casos pretendidamente “investigados”), como si estuviese obligado (que no lo está) proporcionarle información sensible – lo que implicaría desvelar sus fuentes, entre otras cosas. Pero es que HRW no ofrecía explicación alguna, a pensar de aparentemente haber decidido la culpabilidad israelí. De manera que si siete o diez o tres personas (anónimas o no) decían que el sitio no cobijaba operaciones terroristas, pues a la organización no le hacía falta más. Después de todo, lo que ellos no han visto o encontrado es prueba de su propia palabra, de su propia obsesión del veredicto ya alcanzado.
En el último caso presentado, el ataque en la calle al-Wahda, HRW afirmaba una vez más no podía encontrar evidencia que sostuviera los argumentos de Israel. Alex Safian observaba, a propósito, que la cuestión no es el hecho de que la organización supuestamente no encontrara tales pruebas (de instalaciones subterráneas de Hamás bajo la mencionada calle), sino, incluso suponiendo – y es mucha suposición – de que los investigadores de HRW fueran fiables e independientes, ¿qué se les permitió investigar?
Estamos hablando un brutal grupo terrorista que controla la Franja, del que se sabe a ciencia cierta que tiene una inmensa red de túneles con propósitos terroristas construidos en la Franja. Su población está claro que no es su prioridad. Después de todo, Fathi Hamad – que fue “ministro de Interior y seguridad nacional de Gaza” entre 2009 y 2014 -, en un discurso transmitido por el canal de televisión Al-Aqsa (MEMRI) en febrero de 2008, reconocía, o, más bien, se vanagloriaba de que:
“[Los enemigos de Alá] no saben que el pueblo palestino ha desarrollado sus [métodos] de muerte y de búsqueda-de-la-muerte. Para el pueblo palestino, la muerte se ha convertido en una industria en la cual, las mujeres sobresalen, de la misma manera que todos los que viven en esta tierra. Los ancianos sobresalen en ello, lo mismo que los muyahidines y los niños. Es por esto que hemos formado escudos humanos de mujeres, niños y ancianos y muyahidines, para desafiar la máquina de bombardeo sionista. Es como si le estuviesen diciendo al enemigo sionista: ‘Deseamos la muerte como tú deseas la vida‘”.
Y más recientemente (16 de mayo de 2018), el líder del grupo terrorista Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, afirmaba durante una entrevista televisiva:
“Cuando decidimos embarcarnos en estas marchas, decidimos convertir lo que nos es más querido – los cuerpos de nuestras mujeres y niños- en un muro de contención que impida la deriva muchos árabes hacia la normalización de los lazos con [Israel]”.
HRW no concluye nada, sólo señala
De los datos o, más bien, de su ausencia, que ofrece HRW no se desprende que se haya realizado una investigación profesional, independiente y, mucho menos, exhaustiva. Preguntaron (dentro del guion), vieron, oyeron y plasmaron lo que ya habían dictaminado.
Algo que ni siquiera asciende a novedad. Sólo quien no conoce la relación de HRW con este conflicto y, sobre todo, con uno de sus actores, Israel, podría sorprenderse con una declaración o un informe de HRW respecto de Israel.
De su manifiesto activismo pro-palestino (vamos, antisraelí) ReVista ha dado amplia cuenta. Pero vale la pena reiterar el siguiente hecho porque es ilustrativo de cómo trabaja la ONG con respecto al estado judío. En 2009, según informó David Bernstein – profesor de Derecho en la George Mason University – en el Wall Street Journal, una delegación de HRW viajó a Arabia Saudita. ¿A investigar los abusos a los derechos humanos? No. El trato a las mujeres, la homosexualidad penada con la muerte, por ejemplo, no eran el motivo del viaje.Este era bien otro:
“La delegación [de HRW] llegó [a Arabia Saudita] para recaudar dinero de ricos saudíes, destacando la demonización de Israel llevada a cabo por HRW… Sara Leah Whitson resaltó las batallas con los ‘grupos de presión pro-israelíes en los Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas”.
Después de todo, Robert L. Bernstein, uno de los fundadores de HRW– y su presidente entre 1978 y 1998 – criticó duramente a dicha organización, en un artículo de opinión publicado en el New York Times en 2009, porque:
“La misión original de Human Rights Watch había sido la de abrir sociedad cerradas, abogar por las libertades básicas y apoyar a los disidentes. Sin embargo, recientemente ha estado publicando informes sobre el conflicto árabe-israelí que están ayudando a aquellos que desean transformar a Israel en un estado paria”.