El caso de Omar Shakir – más bien la cobertura de este -, trabajador de la ONG Human Rights Watch (HRW), y la decisión del Tribunal de Distrito de Jerusalén, para deportarlo del país, son un ejemplo del bandazo mediático hacia el tratamiento sesgado de los hechos – al “periodismo retro”, si se quiere.
Tomemos como ejemplo cómo las dos agencias de noticias más importantes en español, Efe y Europa Press, dieron cuenta del mismo.
Básicamente, adoptando sin corroboración el punto de vista, la “narrativa”, de la ONG y su empleado.
“Shakir… ha negado cualquier boicot, si bien reconoció que antes de incorporarse a la ONG participó en el activismo contra las empresas “que violan los Derechos Humanos” en las colonias judías de Cisjordania”
Y en el caso de Efe:
“El tribunal ‘basó su decisión en el argumento de que Shakir ha llamado ‘continuamente’ a boicotear Israel, citando su activismo estudiantil que se remonta a 2006, antes de unirse a HRW, así como su trabajo posterior para la organización’, denunció la entidad”.
Pero las aseveraciones de Shakir y HRW son mentira. Y ninguna agencia se tomó la molestia de verificar los dichos de, ni más ni menos, una de las partes interesadas; ni de contextualizar enumerando y explicando algunas de las numerosas controversias alrededor de HRW respecto de su relación con el conflicto árabe-israelí.
Para comenzar, es preciso dejar claro que el llamado “movimiento BDS” (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra Israel tiene como objetivo suplantar al Estado judío con otro árabe. Es decir, eliminar a Israel.
Pero claro, sólo quien no conoce la relación de HRW con este conflicto e Israel podría sorprenderse con tan sesgada elección para dicho cargo: “It’s activism, stupid” (“Es activismo, estúpido”), parafraseando la frase utilizada durante la campaña de Clinton durante la campaña presidencial de 1992.
De su manifiesto activismo pro-palestino (vamos, antisraelí) ya hemos dado amplia cuenta. Pero vale la pena reiterar el siguiente hecho porque es ilustrativo de cómo trabaja la ONG con respecto a Israel: en 2009, según informó David Bernstein – profesor de Derecho en la George Mason University – en el Wall Street Journal, una delegación de HRW viajó a Arabia Saudita. ¿A investigar los abusos a los derechos humanos? No. El trato a las mujeres, la homosexualidad penada con la muerte, por ejemplo, no eran el motivo del viaje.Este era bien otro:
“La delegación [de HRW] llegó [a Arabia Saudita] para recaudar dinero de ricos saudíes, destacando la demonización de Israel llevada a cabo por HRW… Sara Leah Whitson resaltó las batallas con los ‘grupos de presión pro-israelíes en los Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas”.
Después de todo, Robert L. Bernstein, uno de los fundadores de HRW– y su presidente entre 1978 y 1998 – criticó duramente a dicha organización, en un artículo de opinión publicado en el New York Times en 2009, porque:
“La misión original de Human Rights Watch había sido la de abrir sociedad cerradas, abogar por las libertades básicas y apoyar a los disidentes. Sin embargo, recientemente ha estado publicando informes sobre el conflicto árabe-israelí que están ayudando a aquellos que desean transformar a Israel en un estado paria”.
Ahora bien, la organización – y su empleado – “víctima” que presentaban las agencias, ya no lo parecen tanto. De hecho, se parecen mucho a lo que señalaba el tribunal jerosolimitano.
Como fuere, a esta altura presentar a activistas del BDS contra Israel, es decir, activistas por la demonización como herramienta para la eliminación del Estado judío, como meros trabajadores por los derechos humanos, es cuanto menos cínico. Como lo es presentar a HRW como una mera ONG, cuando, en lo que al conflicto árabe-israelí respecta, hace tiempo que traspasó la línea de la neutralidad y la de su pretendida labor.