En este caso, no hay medio de transporte que llegue en lo mejor del relato. No hay urgencia ni inevitabilidad que se lleven la explicación, la información. Simplemente, es la nueva forma de “hacer periodismo” – al menos, o sobre todo, cuando de hablar sobre Israel y el conflicto árabe-palestino se trata -: negligente; cuando no, ya directamente, sesgada.
Un contundente ejemplo lo ofrecía el 12 de agosto de 2018, la agencia española de noticias Europa Press, que decía que “El Gobierno palestino envía a Gaza suministros de emergencia para reanudar las sesiones de quimioterapia”.
Poco más. O, más bien, nada más. Apenas relleno.
La labor periodística, ausente.
¿Cómo es que la Autoridad Palestina recién ahora enviará tales medicamentos?
¿Qué pasó con anterioridad?
Pasó que el largo enfrentamiento entre la Autoridad Palestina – o, más bien, Fatah -, con sede en Cisjordania, y Hamás, que controla la Franja de Gaza, se reavivó o recrudeció en 2015, cuando el “gobierno de unidad” – liderado por Rami Hamdallah, hombre de Fatah – exigió el control de la seguridad y administrativo total de Gaza.
Pasó que, a raíz de ello, la Autoridad Palestina impuso sanciones a dicho enclave costero.
A tal punto que, según el Times of Israel (13/08/2018), “durante varios meses en 2017, la Autoridad Palestina detuvo en gran medida los importantes envíos de medicamentos y material médico a Gaza”; y que, si bien los reanudó en noviembre de 2017, éstos no han sido suficientes para cubrir las necesidades de medicinas para quimioterapia del Hospital Rantisi, según el director de dicha institución.
A tal punto que “la Autoridad Palestina… le solicitó a Israel, el 1 de junio [de 2017], que comenzara a reducir a la mitad la cantidad de electricidad suministrada [a la Franja de Gaza], en medio de una creciente lucha por el poder con su rival de Gaza, el grupo terrorista Hamas”, según informó el mencionado medio el 1 de junio de 2017.
A tal punto que ese mismo año, una fuente predilecta de Europa Press, la agencia de noticias palestina Ma’an, llegaba a afirmar que “la Autoridad Palestina ha sido el foco de una feroz condena en los últimos meses, luego de ser acusada de enviar de manera deliberada a la empobrecida Franja de Gaza a una catástrofe humanitaria… con el fin de arrebatar el control del territorio de manos de Hamas”. Además, señalaba que “el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, ha reiterado el martes sus amenazas contra el movimiento Hamas, … amenazando con nuevas medidas represivas si Hamas no acata incondicionalmente las demandas de la Autoridad Palestina para resolver el conflicto intra-palestino que lleva ya una década de duración”.
Las sanciones no pasaron desapercibidas ni mucho menos; de hecho, fueron fuente de descontento hasta en el propio feudo de Fatah. Este año, en junio, la cadena i24News apuntaba que cientos de personas se habían manifestado en Ramala la tarde del domingo 10 de junio, “haciendo un llamamiento al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, para que levante las sanciones punitivas impuestas por su gobierno a la Franja de Gaza, en un esfuerzo por debilitar a la administración rival liberada por Hamás”.
Pero no sólo pasó la Autoridad Palestina. O Fatah.
Pasó, también, como viene ocurriendo desde que Hamas se hizo con el poder en Gaza, que el grupo terrorista tiene otras prioridades a la hora de invertir fondos: en lugar de trabajar por el bienestar de los ciudadanos que tiene bajo su control, la organización destina fondos, recursos y materiales a construir túneles para lanzar ataques contra Israel (que, además, al discurrir en varios casos debajo de núcleos poblacionales gazatíes, convierten a éstos en escudos humanos) y a manufacturar los cohetes que lanza de manera indiscriminada contra dicho estado – amén de beneficiarse de los pingües beneficios que le ofrecen el mercado negro y los impuestos que recauda; un negocio redondo que ubica a Hamas en el tercer lugar de los grupos terroristas más ricos, con ingresos de unos 700 millones de dólares anuales. La misma organización que en mayo de 2018 se dio el “lujo” de rechazar el envío de medicamentospor parte de Israel a Gaza, a pesar su escasez.
Así, en 2016, el New York Times ofrecía una declaración muy ilustrativa de todo este panorama. Un palestino de 23 años, que pidió hablar de manera anónima, aseguraba:
“Tenemos una ciudad de Gaza bajo la superficie, y no tenemos nada aquí arriba”.