“[Estamos] cada vez menos interesados en si algo es un hecho que en si es conveniente creer en ello… Lo que parece importante no es la verdad sino la verosimilitud”, afirmaba el historiador estadounidense Daniel Boorstin (The Image. A guide to pseudo-events in America; 1961).
En el caso de una amplia mayoría de medios de comunicación, las condiciones de esta verosimilitud vienen dadas por el marco, por el sistema ideológico, que ofrece el propio “relato” repetido una y otra vez.
De esta manera, en el caso del conflicto árabe-israelí, la “credibilidad” de la información se funda sobre todo en el papel que se les ha asignado a los actores, en cómo se ha instalado esta imagen en el ideario del lector – y en cómo ésta sirve de excusa, de licencia, para exponer en público prejuicios que anteceden en muchos siglos a este conflicto.
La elección de la palabra “imagen” no es casual. Y es que las imágenes son creadas para causar una cierta impresión y, evidentemente, una cierta acción o postura – en este caso, el apoyo incondicional a la “causa palestina” (que no es otra que, repetida una y otra vez por sus líderes, la eliminación de Israel). El lector debe, pues, encajar en dicha representación (que se postula como el lado moralmente “correcto” de la “realidad”). Así, para occidente, los palestinos han devenido esa imagen (“víctimas”, “oprimidos”, “reprimidos” y, claro, exentos de responsabilidad en el conflicto), alejada de su conducta presente e histórica, de la mismísima realidad que se asegura estar retratando. Es decir, una simplificación que apela a los sentimientos, donde las acciones que los palestinos emprendan serán consecuencia de su estatus de “víctimas oprimidas”: sin voluntad ni competencia. El repetido “no” a la paz (y, en definitiva, a un estado propio junto a Israel – y no en lugar del Estado judío), la corrupción, el terrorismo, los asesinatos, la discriminación contra los homosexuales, la persecución de opositores, el denigrante trato a la mujer, etc.; todo ello queda fuera necesariamente de la instantánea.
El producto termina por parecerse más a un anuncio publicitario, a una operación de maquillaje. Y no sólo se pretende que se trata de la realidad, aquello que se presenta, sino casi de un “ideal” de la misma: la “lucha del desposeído”. En definitiva, no se ofrece información, sino que se fabrica y difunde una reputación (falaz).Esta es la imagen que el periodismo ha adoptado, y que difunde, como lo real. Nada puede salirse del contorno de ese marco estricto.
El original
El New York Times apuntabael 27 de abril que “cientos de palestinos, exhortados por un ardiente discurso de un líder de Hamas a media tarde, se lanzaron contra la barrera de seguridad en el extremo oriental de la ciudad de Gaza e intentaron cruzar a Israel”. Y añadía que el alto cargo de Hamás Ismail Radwan, instó a los “manifestantes a no temer la muerte sino a darle la bienvenida al martirio”:
“Cuando somos valientes, nos acercamos al martirio, al martirio, al martirio, al martirio”.
Yahya Sinwar, uno de los líderes de la organización terrorista en Gaza, el 16 de mayo de 2018, durante una entrevistatelevisiva:
“Cuando decidimos embarcarnos en estas marchas, decidimos convertir lo que nos es más querido – los cuerpos de nuestras mujeres y niños- en un muro de contención que impida la deriva muchos árabes hacia la normalización de los lazos con [Israel]”.
Sinwar, en esta ocasión, durante arenga a principios de abril de 2018 desde el lugar de las “protestas” espetóque los palestinos “no pueden entregar ni un centímetro de Palestina”, que reiteró que incluía todo Israel, y dijo:
“Derribaremos la frontera y les arrancaremos [a los israelíes] los corazones de sus cuerpos”.
Ismael Haniyeh, líder de Hamas, decíael 11 de mayo 2018 desde una de las carpas de la “marcha del retorno”, con cánticos antisemitas como fondo:
“¡Nunca olvidaremos Palestina desde el mar [mediterráneo] hasta el río [Jordán]. ¡Palestina es desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán]! ¡Y nunca, nunca, nunca, nunca reconoceremos a Israel!”
“Estos no son meros eslóganes. Este es nuestro camino. ¡Es la verdad, la verdad! Este es nuestro principio, nuestra ideología, y no está dispuesta a transigir”.
La imagen
El País, 17 de mayo de 2018: “Como en todos los conflictos, las narrativas divergen a cada lado del frente. Salah Bardawil, un alto cargo de Hamás, reconocía el martes que ‘50 de los mártires [los palestinos abatidos a tiros]’ estaban afiliados al movimiento que gobierna de facto en Gaza. Pretendía desmentir la acusación de que su organización ha estado empujando al resto de la población a la muerte. Un portavoz castrense israelí, el teniente coronel Jonathan Conricus, interpretó en cambio que el dirigente vino a confirmar con sus palabras que ‘la protesta no fue pacífica’, ya que estuvo organizada por los islamistas”.
Que la mayoría de fallecidos pertenecieran a la organización terrorista Hamás da cuenta del verdadero sentido de las violentas manifestaciones. No se trata de una interpretación. Es, antes bien, una evidencia. En cambio, el esfuerzo del redactor por reducirlo a una cuestión de “interpretaciones”, evidencia su esfuerzo por retratar como “pacífico” lo que es violento y parte de una táctica de Hamás.
Por cierto, luego recurría a un ex asesor de Ismail Haniye, líder de Hamás, como fuente que “corroboraba” que las acciones no estaban organizadas por el grupo terrorista…
En todo caso, Mahmoud Al-Zahhar, un alto cargo de Hamás desmentía explícitamenteel intento del periodista (13 de mayo de 2018):
“Esto no es resistencia pacífica. ¿Ha disminuido la opción [de la lucha armada]? No. Al contrario, está creciendo y desarrollándose. Eso está claro. Así que cuando hablamos de ‘resistencia pacífica’, estamos engañando al público. Se trata de una resistencia pacífica reforzada por una fuerza militar y por agencias de seguridad, que goza de un enorme apoyo popular”.
“Las protestas se han intensificado en la Franja desde la ‘Gran Marcha del Retorno’ del 30 de marzo y en ellas ya han perdido la vida al menos 120 palestinos, la mayoría de ellas a causa de la represión israelí de las manifestaciones. La jornada más letal fue la del 14 de mayo… Más de 60 personas murieron por la acción de las tropas israelíes”.
Ya se sabe ampliamente que no son “protestas”. Se sabíaincluso antes de comenzaran las actividades violentas ante la valla entre la Franja de Gaza e Israel, que estas eran organizadas por Hamás.
Lo explicó claramente Al-Zahar. Y Khalil al-Hayya, alto cargo de Hamas, por su parte, definía los tres principales objetivos de las “marchas” según indicabael Jerusalem Center for Public Affairs. Y además, a mediados de abril aclaraba, por si había algún despistado:
“Avisadle a Israel que espere hasta el 15 de mayo, cuando estalle la rebelión luchadora palestina y nada la detendrá. Oleada tras oleada, hasta que nos encontremos en Jerusalén”.
La agencia, por lo demás, evitaba explicar lo que significa el pretendido “derecho de retorno”:
Sakher Habash, uno de los fundadores de Fatah y asistente “militar” de Arafat, 2004: “Para nosotros, la cuestión de los refugiados es la carta ganadora que significa el fin del estado de Israel”.
Ministro de Exteriores egipcio Muhammad Salah al-Din, 11 de octubre de 1949: “…al exigir el regreso de los refugiados palestinos,… la intención es el exterminio de Israel”.
De la misma manera, omitía el hecho de que la mayoríade los fallecidos pertenecían a las organizaciones terroristas Hamás y a Yihad Islámica Palestina. Lo cual, convertía a las “manifestaciones” en acciones perpetradas por estas organizaciones.
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Como los hechos dejan de ser relevantes – a no ser como meros anclajes a la realidad alrededor de los cuales, de manera muy borrosa e interesada, se erige o se refuerza la mencionada imagen -, lo que invariablemente entre en juego es la voluntad del lector (y del periodista) de creer en esos adulterados y desdibujados símbolos de lo real.
De esta manera, y apoyado en la artificial y engañosa imagen creada, el texto “periodístico” termina por conducir hacia la conformidad irreflexiva.
Eso, parece evidente, no es información. Es algo enteramente distinto. En el mejor de los casos, una mera caricatura. En el peor, propaganda disfrazada de cobertura periodística.