Empezaba el poema diciendo aquello de “caminante, son tus huellas el camino”. Y los autoproclamados “expertos” y “corresponsales” en Medio Oriente se encargan ya no de no seguir, sino siquiera ni mirar las elocuentes marcas que deja a su paso la República Islámica de los ayatolás. Un rastro inconfundible de armas, dinero sucio, guerra y fanatismo.
Fondo y sustancia no son material para estos “agudos” repetidores de lo rutinario. Lo superficial, pretenden, es lo fundamental. Y no sólo lo insignificante, sino la fabricación, a partir de ello, de lo hiperbólico: una máscara horrorosa para estremecer sensibilidades y masajear prejuicios. Mientras tanto, la voluntariosa o tonta censura, oculta causas centrales para la situación en la región. Tras el nombre Israel todo se disimula.
De manera que mientras los solícitos difundidores amplifican cualquier declaración de Hamás, la República Islámica y sus proxis y aliados llenaban el territorio de huellas bien definidas.
Por ejemplo, y de acuerdo a lo que informaba el 8 de abril de este año el diario The Times, “Irán ha transferido misiles de largo alcance a sus fuerzas proxy en Irak por primera vez, aumentando el rastro militar del régimen en la región”. E indicaba que Teherán ha estado reforzando su presencia en la región suministrando un nuevo lote de armas a poderosas milicias chiíes en Irak:
“Es la primera vez que misiles tierra-tierra de largo alcance han estado en posesión de una milicia aliada de Irán en Irak. Según fuentes que la entrega fue organizada por la Fuerza Aérea de la Guardia Revolucionaria iraní.
Las fuentes dijeron que otros dos tipos de misiles, el Quds 351 y los misiles balísticos Jamal 69, también fueron introducidos de contrabando en Irak la semana pasada. Tenían un alcance mucho menor que los nuevos misiles superficie-superficie, que pueden ser posicionados para apuntar tan lejos como Europa”.
Los sesudos “periodistas” en español, ni enterados, ni enterando a su audiencia.
Pero sigamos, que huellas, como sus silencios, sobran. 12 de abril, mismo año. Washington Post. El régimen de los ayatolás otra vez protagonista. Otra vez como fuerza desestabilizadora, intrusa, como promotora de conflictos armados:
“En las últimas semanas, las fuerzas gubernamentales sirias han intentado cortar las rutas de contrabando que cruzan la escarpada frontera de 375 kilómetros con el Líbano. Estas rutas son los últimos vestigios del ‘puente terrestre’ -una red que atraviesa toda Siria- utilizado por Irán y sus milicias aliadas para transportar armas, dinero en efectivo, drogas y combustible. Estas rutas habían ayudado a apuntalar el derrocado gobierno del presidente sirio Bashar al Assad y representaban un apoyo vital para el poderoso aliado del régimen, el grupo libanés Hizbulá, incluso en su enfrentamiento con Israel”.
El diario añadía que el grupo terrorista chií libanés busca de manera desesperada reponer sus arsenales e ingresar fondos para compensar las pérdidas durante el conflicto a sus apoyos tradicionales en Beirut y en el sur del país. Y especificaba que:
“La región que rodea la frontera libanesa se convirtió en un centro neurálgico para Hizbulá en el transcurso de los 13 años de guerra civil siria, un centro de fabricación de drogas y puerta de entrada para la transferencia de armas y mano de obra. Durante las operaciones en las aldeas fronterizas, las fuerzas gubernamentales sirias descubrieron 15 fábricas de Captagon, cuyas ventas beneficiaban tanto al régimen de Assad como a Hizbulá. Funcionarios de seguridad locales estimaron que el valor del comercio alcanzaba decenas de millones de dólares.
En la ciudad de Qusayr, a sólo seis millas de la frontera libanesa, toda la zona industrial se había convertido en un vasto almacén de armas, que abarcaba una superficie de unos 50 campos de fútbol. Los ataques aéreos israelíes habían volado las persianas de las ventanas de los edificios y se veían cajas de municiones”.
Vaya con el “Partido de Dios”. Vaya con los ayatolás, que, según funcionarios europeos consultados por el medio, dijeron que su régimen está tratando de sembrar el malestar movilizando a los extremistas suníes, “incluidos los militantes afiliados al Estado Islámico, contra el nuevo gobierno sirio. ‘Vemos implicación iraní allí’, dijo uno de los funcionarios”.
Por cierto, un edificio cercano a los utilizados por Hizbulá como arsenales, que había sido una escuela, había sido utilizado por el grupo terrorista-traficante como base de entrenamiento. Huellas.
Como las que veía el Financial Times en el Líbano. Negociados de Hizbulá para limpiar las consecuencias de la guerra que provocó: “Los escombros… se vierten junto a las carreteras de la capital libanesa, en el marco de un proceso opaco supervisado por una autoridad local dominada por el grupo [terrorista] que pone de relieve los retos de la reconstrucción del país”.
La Unión de Municipios de Dahiyeh, explicaba el medio, es el organismo municipal de los suburbios del sur de Beirut, y ha recibido millones de dólares de fondos públicos para supervisar y contratar la evaluación de los daños y la retirada de escombros, según las actas del gobierno.
La cuestión es que, según Mohanad Hage Ali, subdirector de investigación del Centro Carnegie de Beirut, la Unión Dahiyeh trabaja bajo la autoridad de la “dirección política” de Hizbulá. Todo sigue igual. Las huellas de siempre, los caminos de siempre.
“A los opositores de Hizbulá les preocupa que dar un papel en el proceso de reconstrucción al grupo chií respaldado por Irán pueda permitirle mantener su influencia política y canalizar fondos gubernamentales hacia su base tras la peor derrota de su historia el año pasado. El papel de Hizbulá en la reconstrucción tras su anterior guerra de 2006 con Israel fue vital para ayudarle a apuntalar su poder”, apuntaba el medio. Que además, citaba a Riad al-Assad, veterano contratista del sur del Líbano, que advertía que permitir que grupos vinculados a Hizbulá controlen las evaluaciones de daños aumentaría la dependencia política respecto del grupo y sus aliados, cuyas evaluaciones han dictado en el pasado la cuantía de los pagos compensatorios.
Riad al-Assad sostuvo que el verdadero objetivo de Hizbulá era asir a la gente “por el cuello” y convertirlos en “dependientes durante mucho tiempo”.
Los astutos “informadores” en español, de tanto callar, van a terminar pasando por, en el mejor de los casos, profundamente estúpidos (siendo el narcisismo un caso particular de estulticia). Ellos mismos, huellas del itinerario de la derrota del periodismo.