Tantos tan dados a reproducir lo dudoso, lo evidentemente falso, lo no verificado y lo inverificable, lo repetido, lo manido, en un caso; y tantos, tan dado a silenciar lo inequívoco, lo paténteme cierto, lo verificable, lo escasamente dicho, en otro. No son todos, claro; pero tantos…
Una buena parte del periodismo se “desayuna” con la realidad más que conocida del régimen del entonces “presidente” Bashar al Assad, hoy ya “dictador”: el archipiélago de centros de detención y tortura, las fábricas de armas químicas y de la droga denominada captagón – también Hizbulá involucrado en este último emprendimiento; ergo, la Guardia Revolucionaria del régimen de los ayatolás no puede andar muy lejos. A rey caído, se puede decir lo que por… ¿por qué callaban tantos lo que era sabido por todos los que a poco indagaran un poco por el régimen sirio? ¿Porque Irán era parte del andamiaje? ¿Porque Turquía? ¿Porque Rusia?
La Commission for International Justice and Accountability había ya recabado más de un millón de documentos del régimen sirio – entre ellos, de seguridad, inteligencia, militares. De hecho, esta comisión ha cooperado con diversos tribunales en casos contra miembros del aparato de la dictadura de Assad. Pero, a diferencia de las pseudo-investigaciones y fabricaciones de ONG con nombres que mienten su actividad actual – al menos cuando de Israel se trata -, que son tomadas al pie de la letra y publicitadas sin contrastación como el molde mismo de lo certero; al régimen sirio lo rodeó el beneficio de una cómplice negligencia, cuanto menos. ¡Es política, imbécil! O, ¡es ideología, pavote!
Sólo por poner un ejemplo, en agosto de 2023 esta comisión presentó un informe en el que revelaba que los crímenes cometidos por los shabbiha, y que se habían atribuido “a oscuras bandas paramilitares cuya afiliación a las estructuras oficiales del régimen sirio no podía determinarse”. Pero “las pruebas del CIJA, publicadas en parte a través de este informe, muestran una clara vinculación entre estos grupos de milicianos y la cadena de mando del régimen, lo que demuestra la creciente dependencia del Estado de estas brutales bandas para imponer la represión gubernamental contra manifestantes pacíficos y, más tarde, para atacar a la población civil”.
Otro ejemplo. Este, ofrecido por el Royal United Services Institute for Defence and Security Studies en junio de 2024:
“Desde actores alineados con el régimen hasta miembros de la familia cercana de Assad, el régimen y su red de aliados tienen, según el Observatorio Sirio de Redes Políticas y Económicas, el control directo de aproximadamente 7.300 millones de dólares de los ingresos del captagón”.
Y tantos juegan a hacer de cuenta que se encuentran ante una novedad.
Una dosis de captagón más. Julio de 2022. Cortesía de Chatham House:
“Las redes implicadas en este comercio, como la Cuarta División del Ejército Árabe Sirio y otros grupos armados menores en Siria, Hizbulá en Líbano y redes de contrabandistas en ambos países, contribuyen a extender su alcance más allá de las fronteras de Siria y Líbano, llevando captagón de contrabando a países del Golfo -especialmente Arabia Saudita- e incluso a Europa”.
“En el Líbano, Hizbulá ha adquirido propiedades y terrenos en muchas zonas orientales a lo largo de la frontera con Siria. También ha declarado una serie de zonas en esta región como militares, haciéndolas inaccesibles para las autoridades libanesas o para cualquiera que no esté afiliado a Hizbulá. Estas zonas contribuyen a facilitar las actividades militares y no militares que Hizbulá lleva a cabo al otro lado de la frontera y le confieren una supervisión exclusiva de la seguridad que se extiende más allá de las propias zonas y llega hasta las aldeas circundantes, donde, al igual que en Siria, las fábricas de drogas reclutan trabajadores de las comunidades locales”.
Tantos que tampoco querían ver y, muchos menos, dar a conocer, la realidad del grupo terrorista y sindicato criminal Hizbulá.
Algo sí que no ha cambiado mayormente: el silencio en torno a las actividades turcas en el norte de Siria. Como antes de la caída y huida de Assad, a las poblaciones kurdas se las envuelve en la densa neblina de la censura. Para ellos, no hay “causa kurda” que valga, ni las emotividades de tres centavos con que tantos medios castigan a sus audiencias al hablar de ciertos conflictos. Tampoco, demás está decirlo, para los sudaneses.
Y a eso, señoras y señores, se lo llama no sólo “periodismo”, sino “periodismo comprometido” y hasta “periodismo moral”. Eso dicen – aún, o, sobre todo, sin decirlo – tantos.
Y si al periodismo no le interesó, ni hablar de la supuesta “legalidad internacional” – con la ONU y la Corte Internacional de Justicia a la cabeza.