Actualizado 8/11/2024 1:43 pm EST
Es ofensivo mezclar a Michel de Montaigne, aunque sea en carácter de citado, en un texto en el que se aborda la miserable labor de medios como El País o la agencia de noticias Efe o el ente estatal de radio televisión español. Lo es, efectivamente, pero también es una concesión para quien lea estas infamias: hubo, hay y habrá, integridad.
Pero ahora, ya sea por cálculo político, por obligación o sumisión, por impulsos fáciles, el resultado es un prejuicio que ya es indisimulable. Decía Cicerón (De las obligaciones), citado por Montaigne, “que se abstenga[n] de buscar pretextos a su prejuicio”. No hay ni “compromiso social o moral o profesional” de por medio. Hay la complicidad con el antisemitismo que ya prescinde de las máscaras con las que valió para persistir activamente, con su halo de justificación.
¿De qué hablamos cuando hablamos de complicidad con el antisemitismo?
¿En qué consistía la complicidad?
En la difuminación del hecho de carácter claramente antisemita en una disputa violenta entre dos partes, tan común en el mundo de las hinchadas del fútbol.
No se confunda el lector, esto no es periodismo. Esta es la labor de enmascaramiento, de disimulo, que precisan los antisemitas para instalar como normal lo que no lo es; como para establecer como lógica la “dialéctica de la violencia”, para estandarizar el ejercicio del señalamiento, aislamiento y persecución del judío. Para dormir las conciencias, en definitiva, en el remedo de realidad que supone, como mínimo, la división de responsabilidades entre la víctima y el agresor.
Ni confunda el activismo descarado con un “periodismo comprometido o moral”. Ya decía Montaigne, “no se ha de llamar deber a una acritud y avidez intestina que nace del interés de la pasión privada”, y, cabría añadir, de la manía compartida. Aquí no hay “causa”, sino interés – el suyo, o el de quien prescribe.
Y, sobre todo, no se equivoque ni se deje engañar por fatuas explicaciones: el antisemitismo no es un “problema judío”, es, como bien explicaba Lars Fischer (The Study of Antisemitism in the Modern Jewish and Judaic Studies Context) un producto, y no una aberración, de los valores predominantes de las sociedades que lo profesan, justifican, blanquean, ocultan, consienten. Esto es precisamente lo que El País, RTVE, Efe o Europa Press se prestaban a hacer: presentar el antisemitismo como un producto de la interacción de los judíos y el resto de la sociedad – sea donde sea. Es decir, problematizar al judío, convertirlo, como un todo, una excepcionalidad; un estado de cosas en el que el antisemitismo deviene “explicación de la realidad”, “lógica consecuencia”.