Según la RAE, una acepción del verbo “amasar” es “disponer bien las cosas para el logro de lo que se intenta”. Visto lo visto, si lo que se intenta es hacer pasar el mensaje de Hamás como verdad absoluta y con ese fin se dispone de la información, habrá que inventar un nuevo término: Hamasar.
La guerra desatada el 7 de octubre por el grupo terrorista ha dado grandes ejemplos mediáticos de esa práctica, que nada tiene que ver con el rigor informativo sino con el activismo.
Por ejemplo, las supuestas 40.000 víctimas mortales en la Franja de Gaza de los ataques israelíes. Esta cifra fue ofrecida por el Ministerio de Salud de Gaza, que pertenece a Hamás, y que no distingue entre civiles y combatientes. (Y cuya rigurosidad de cómputo ha sido puesta en duda en numerosas ocasiones: vamos, que los números de Hamás no cuadran con la realidad)
Una vez más, los medios mayoritarios, salieron a repetir la consigna, pero olvidaron decir quién se la dictaba.
Así, Fran Sevilla, corresponsal de la estatal Radio Nacional de España, repetía esa cifra desde su micrófono y añadía, que “Israel ha liquidado en 10 meses el 2% de la población de la franja”.
En toda su crónica, el periodista no explicaba que esas cifras habían sido dadas por Hamás y que no habían sido verificadas por ninguna organización independiente. Es decir, ocultaba la identidad de la fuente para transmitir su narrativa como si se tratara de una verdad absoluta.
El corresponsal empleaba además una terminología especialmente cargada para hablar de Israel: estado que “liquida” a los palestinos, o que
“mientras se habla de alto el fuego, … continúa bombardeando la franja de Gaza, continúa sembrando muerte y destrucción.”
Especialmente interesante es esa frase, ya que por un lado oculta que Hamás (y Hizbulá) continúa atacando a Israel, y por otro, dibuja un paralelismo temporal para vincular dos hechos que son independientes. En todas las guerras se negocia a la vez que se combate.
Por cierto, la BBC había informado, casi a la vez que el corresponsal se pronunciaba, que un alto mando del Hamás le había dicho al entre británico lo que ya hacía días que se conocía: que la organización no participaría en las conversaciones indirectas sobre el alto el fuego en Gaza y el acuerdo de liberación de los rehenes que debían tener lugar en Doha. Hamás, como se ve, no hablaba de nada que no fuera continuar lo que había comenzado.
En la misma línea de ocultar la fuente, apuntaba su colega de RTVE, Almudena Ariza, que empleaba sus redes sociales para pasar el mensaje.
Del mismo modo, en el diario El Mundo, el periodista Javier Espinosa escribía un artículo respecto a los 40.000 muertos, pero en ningún momento de los casi 20 párrafos citaba que la cifra había sido ofrecida por Hamás. Por cierto, en un momento del artículo, el periodista se refería al grupo terrorista como “paramilitares palestinos”.
También El País o la Agencia Efe llevaban a titulares esas cifras sin mencionar la fuente; pero a diferencia de los ejemplos anteriores, la especificaban desde el primer párrafo.
Como en tantas otras ocasiones, hemos podido asistir a un ejercicio de repetición de datos con ocultación de fuente. Y una vez más, hay que subrayar que eso nada tiene que ver con el periodismo, sino, por el contrario, con el activismo.