A esta altura debería ser posible partir, de entrada, con el conocimiento compartido de que la Franja de Gaza está controlada por un grupo terrorista: Hamás – y nunca mejor dicho, controlada, porque las vidas de los habitantes están bajo su poder. Es decir, que cuando se dice el “Ministerio de Sanidad” o “Ministerio del Interior” de Gaza, se está diciendo Hamás.
Dicho esto, pasemos a las responsabilidades de las que Hamás se ha desligado: básicamente todas; acaso mantiene las mínimas para que millones de desesperados no los expulsen. Pero cuentan con el auxilio inestimable de la ONU que, a través de una agencia (UNRWA) creada ad hoc, no sólo ha fabricado el problema de unos refugiados cuyo número se multiplica por obra y gracia de una definición igualmente ad hoc de refugiado (que garantiza la continuación del conflicto), sino que ofrece servicios sanitarios y educativos a esa población refugiada que no es refugiada, liberando al millonario grupo – que recibe financiación igualmente millonaria de Irán y a través de opacas organizaciones de caridad – para dedicar su esfuerzo a la eliminación de Israel y al privilegio de sus jerarcas.
Los servicios de la UNRWA, por acción u omisión, no acaban allí; tal como revelaba la organización UN Watch, maestros y escuelas de esta agencia “llaman de manera regular a asesinar judíos y crean materiales didácticos que glorifican el terrorismo, fomentan el martirio, demonizan a los israelíes e incitan al antisemitismo”. No es la primera vez que las aulas de esta agencia sirven al adoctrinamiento. Si a eso le sumamos los campos de verano para chicos y jóvenes de Hamas (y del grupo terrorista Yihad Islámica Palestina), el futuro de la tenebrosa “causa”, es decir, del terror, de la muerte, está asegurado.
Esta agencia, entonces, parece brindar un servicio fundamental para la supervivencia de Hamás en el control de Gaza, porque, ¿qué pasaría si dejara de dar esos servicios y estos fueran exigidos, entonces, y como corresponde, al grupo terrorista? Así pues las cosas, ¿le preocupa tanto el bienestar de los ciudadanos palestinos?
Para concluir con esta agencia, sería de consuno no considerarla un actor imparcial en el conflicto. Antes bien, es parte del mismo. De tal manera, las manifestaciones de sus funcionarios, sus publicaciones en redes sociales y sus “informes”, deberían ser cuidadosamente escrutados antes de presentárselo a la audiencia. Máxime cuando el 99% de los trabajadores son los propios “refugiados” palestinos.
Un pueblo empobrecido; unos líderes millonarios, cobardes y genocidas
En 2018 la revista Forbes publicaba la lista de los diez grupos terroristas más ricos. En el tercer lugar de esa infame enumeración, se encontraba Hamás. Entonces, decía la revista, la organización terrorista contaba con unos 700 millones de dólares. El origen, informaba, era diverso: impuestos cobrados a los gazatíes (de hecho, una elaborada y sofisticada red impositiva redirige el capital que fluye hacia Gaza como ayuda, hacia las arcas de Hamas), negocios hoteleros e inmobiliarios, financiación iraní y catarí.
Más recientemente (agosto de 2021) el medio alemán Welt daba a conocer que “la organización terrorista [palestina Hamás] cuenta con una amplia red de empresas en el extranjero por valor de varios cientos de millones de dólares. Así lo demuestran los documentos de Hamás que están a disposición exclusiva del Welt”.
Según esos documentos, obtenidos por los círculos de seguridad occidentales, “Hamás poseía a principios de 2018 una cartera de inversiones internacionales secretas, que la propia organización estimó en 338 millones de dólares en valor contable, pero que se calcula que supera los 500 millones de dólares en términos reales”.
Dicha cartera “incluye unas 40 empresas controladas por Hamás a nivel internacional, la mayoría en el sector de la construcción [¿Se especializarán en túneles?]. Las empresas están situadas en Turquía, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Sudán y Argelia”.
El mismo año, la agencia de noticias Reuters indicaba que un diplomático iraní en el región dijo que “millones de dólares son entregados a representantes de Hamás prácticamente mensualmente, ya sea trasladados a Gaza o a países vecinos”. Y añadió:
“Esto no significa que el dinero proceda siempre del interior de Irán. Hay empresas (en la región) que financiaron a Hamás y no es un secreto”.
Pues hay muchos que se hacen los despistados.
Liquidez propagandística
El suministro de agua es otra de esas responsabilidades que Hamás ha decidido que otros asuman. No sólo eso, sino como con cada una de las carencias socio-económicas que provoca en el enclave costero, con cada muerte, con cada padecimiento; el grupo terrorista convierte el desprecio por su población en herramienta de propaganda contra los israelíes que busca eliminar. Y a ese juego se presta la UNRWA, claro está; pero con ella, también numerosas ONG, políticos, gobiernos y medios de comunicación. Este posicionamiento sale barato, al parecer; a la vez que permite hiperventilar unos prejuicios del todo evidentes.
La consecuencia es la causa. La realidad es relativa. Los hechos son opiniones. El odio es humanismo.
Pero basta de moralina y de juntar letras.
Al agua, pues.
La analista de CAMERA Tamar Sternthal recordaba en 2021 que en 2019, el líder de Hamas en Gaza, Yahya Sinwar reconocía abiertamente que:
“Un día vinieron algunos líderes de las [Brigadas] Al-Qassam. Eran [responsables] de la producción [de misiles]. Dijeron: ‘No hay tubos con los que podamos producir misiles. No tenemos tubos. Está prohibido traer hierro del exterior y no podemos hacerlo a través de los túneles: estos son tubos largos. Cesaremos la producción dentro de un mes’. Les dije que Alá nos ayudaría a encontrar la manera. Entonces, un simple campesino se acercó a uno de los hombres de las Brigadas, y le dijo: ‘He oído que tenéis problemas con las tuberías para la producción de misiles’. El joven le dijo que era cierto. El [granjero] dijo: ‘Te daré la solución para esto’. [El joven dijo:] ‘¿Cuál es?’ Él respondió: ‘Ven conmigo’. Fueron juntos a los asentamientos [israelíes] liberados [en Gush Katif]. El [granjero] dijo: ‘Para aquí y bajemos [del coche]. Desde aquí, camina cinco kilómetros y encontrarás tuberías de 10 pulgadas. Cuando los ocupantes abandonaron la Franja de Gaza, dejaron las tuberías de riego. Ven aquí. Desde aquí, si caminas recto 10 kilómetros, encontrarás tuberías de ocho pulgadas. Ven por aquí. Camina seis kilómetros y encontrarás [varios] tipos de tuberías. Aquí es fácil cavar’. Los hermanos empezaron a cavar y sacaron de la tierra las tuberías que el ocupante dejó atrás cuando abandonó la Franja de Gaza. Serían suficientes para que las Brigadas Al-Qassam fabricaran misiles durante los próximos diez años”. [Traducción del árabe, de MEMRI].
Además, mencionaba que el bloguero Elder of Ziyon compartió un video publicado por las Brigadas Al Qassam de Hamás mostrando a sus hombres cavando y extrayendo tuberías para convertirlas en cohetes.
“Imaginemos que Hamás hubiera reciclado las tuberías de agua abandonadas de los asentamientos para completar los vacíos de su propia infraestructura hídrica, en lugar de reutilizarlas para fabricar cohetes durante 10 años. La infraestructura hídrica de la Franja de Gaza podría estar en un lugar completamente mejor”, escribía Sternthal.
¿Agua o cohetes? ¿El bienestar de la propia población o el odio a la vecina?
El diario inglés Telegraph informaba hace tres días que, a pesar de que los terroristas de Hamás alardeaban de su capacidad para forjar un arsenal de cohetes a partir de tuberías, la Unión Europea ayudó a construir más de 30 millas (casi 50 km) de tuberías para agua en Gaza. En los últimos diez años, aseguraba, la UE aportó unos 100 millones de euros para tal fin.
La pregunta es evidente: ¿Qué seguridad tenía la UE de que esas tuberías terminarían siendo utilizadas para otro propósito? ¿Terminaron, al menos un porcentaje de las mismas, siendo utilizadas para construir misiles?
Por lo pronto, en mayo de 2021, la agencia de noticias Reuters indicaba que luego del alto el fuego en aquella oportunidad, “según analistas y funcionarios, la capacidad del grupo palestino [Hamás] para construir un arsenal de cohetes de fabricación casera en gran parte con materiales civiles y experiencia iraní es una hazaña que probablemente pueda repetir”. Lo que, comentaba la agencia, ponía a Israel y a la comunidad internacional frente a un dilema: cómo satisfacer las necesidades básicas de los gazatíes y, al mismo tiempo, evitar que artículos corrientes como tuberías, precisamente, hormigón y hasta azúcar, no se destinen a usos militares.
Como se ve, no planteaba que Hamas, Yihad Islámica, hicieran algo por quienes dicen defender.
“En los días finales del conflicto – relataba Reuters – Ziad Al-Nakhala, líder de la Yihad Islámica, se jactaba de la capacidad de su grupo para improvisar armas con materiales cotidianos:
‘El mundo silencioso debe saber que nuestras armas, con las que nos enfrentamos al arsenal más avanzado producido por la industria americana, son tuberías de agua que los ingenieros de la resistencia convirtieron en los cohetes que veis’”.
Lo que debería ser motivo de secreto, normalmente, es motivo de vanagloria porque saben que nada va a cambiar, que el dinero seguirá fluyendo, que buena parte de los medios seguirá omitiéndole al público la sinceridad homicida de Hamás y otros grupos – incluso, de miembros de la Autoridad Palestina -, que implica el desprecio más absoluto por sus conciudadanos.
Se preguntaba muy acertadamente Tamar Sternthal:
“¿Qué hay de humanitario en que Hamás convierta infraestructuras críticas de agua en cohetes para atacar indiscriminadamente a civiles israelíes en un crimen de guerra, mientras priva a su propia población del acceso a este bien de primera necesidad?”
¿Qué hay de periodístico en callarlo? ¿Y qué en luego utilizarlo como acusación contra Israel?
Las prioridades de Hamás, están claras. Las de una parte del periodismo, parece que también.
Preguntas y respuestas
¿Cuál es entonces el problema de Gaza?
¿Cuál es el problema de los ciudadanos palestinos de Gaza y de Cisjordania?
Sus líderes y sus prerrogativas de jeques, de líderes supremos.
La ideología nefasta de sus grupos terroristas, de muchas de sus organizaciones (todas ellas, en definitiva, al servicio de esos mismos líderes); con su “causa” que exige la obediencia, el sacrificio de demasiados, de los propios; para aspirar a acabar con la totalidad del enemigo.
La ONU, que ha decidido que ese conflicto debe perpetuarse.
Los medios de comunicación que han magnificado la relevancia del mismo (sobre todo, el pretendido extravío moral israelí, la inverosímil pureza palestina, de su “causa”).
Y sí, el antisemitismo, que ha visto en este la oportunidad de camuflarse de “humanitarismo”.