“El rasgo más valioso del hombre es un sentido juicioso de qué no creer”, Eurípides
En los 1980, Peter Thompson, profesor de psicología de la Universidad de York (Inglaterra), demostró un efecto visual generando una ilusión con una fotografía de la entonces Primer Ministro inglesa Margaret Thatcher – de ahí el nombre de ‘efecto o ilusión Thatcher’ dado a la dificultad para detectar cambios puntuales efectuados en los rasgos de un rostro que está al bocabajo (ojos y boca permanecen en la posición correcta), a pesar de que esos mismos cambios son muy evidentes cuando el rostro está del derecho.
Fuente: Wikimedia Commons
Algo parecido (en principio) a lo que en el mundo informativo realizan no pocos profesionales y medios cuando abordan el conflicto entre palestinos o israelíes, o cuando lo hacen con el estado judío. Mas, en este último caso, con una sustancial diferencia: la distorsión continúa y termina por efectuarse en todo el ‘rostro’ – en toda la realidad -, dejando sólo unos hechos puntuales inalterados; de manera que, a diferencia de la demostración de Thompson, de girarse a su posición inicial, el ‘rostro’ sería irreconocible para la audiencia – la realidad se vería completamente alterada: una mera ficción. Bien podría denominárselo ‘efecto cobertura conflicto árabe-israelí’.
Para esa labor de inversión y alteración véase por ejemplo aquí, o aquí o este otro texto (aunque cualquiera de los artículos publicados por CAMERA Español vale para ilustrarla).
Es decir, se dejan unos pocos elementos intactos para que el producto no se parezca a lo que es: propaganda – o la suplantación de la realidad por una representación que hurta todo punto de referencia externo con el fin de crear una serie de convicciones precisas, de adhesión o aprobación: un ambiente restringido para el razonamiento, así como también para el sentir.
Después de todo, como decía Jacques Ellul (Propaganda, The Formation of Men’s Attitudes), se trata de pasar de una opinión vaga y difusa – de cristalizar pensamientos confusos – por parte del lector a una expresión rigurosa y activa de esa opinión.
“El lector está realmente sometido a la propaganda, aunque sea propaganda de su elección. ¿Por qué caer siempre en el error de no ver en la propaganda más que un dispositivo para cambiar opiniones? La propaganda es también un medio de reforzar las opiniones, de transformarlas en acción. El propio lector ofrece su garganta al cuchillo de la propaganda que elige”, sostenía Ellul. De manera que, siguiendo al pensador francés, comprar un televisor – o un periódico, una radio -, si bien es un acto individual, inserta al individuo en la estructura psicológica y conductual de la masa, esa abstracción tan necesaria a la propaganda.
La idea detrás del ‘efecto cobertura conflicto árabe-israelí’ parece ser evidente, así: el giro de la realidad ya no es reversible, porque volviendo a ponerla del derecho, ya no es reconocible siquiera como una posibilidad verosímil. Y es que este fenómeno se van introduciendo alteraciones al ‘rostro’ girado: toda vez que la audiencia se acostumbra a esa “verdad”, se procede a distorsionar algo más, hasta alcanzar el engaño apropiado para el fin que se persiga.
¿Por qué funciona la propaganda, la desinformación, el sesgo tajante?
Acaso una explicación se halle en el trabajo de Daniel Gilbert, Romin Tafarodi y Patrick Malone, You Can’t Not Believe Everything You Read, donde apuntaban que, por ejemplo, “la exposición repetida a afirmaciones para las que no hay pruebas aumenta la probabilidad de que la gente crea esas afirmaciones. Una vez formadas esas creencias, las personas tienen muchas dificultades para deshacerlas. Además, varios estudios han sugerido que, en algunas circunstancias, la gente creerá incluso afirmaciones que están etiquetadas explícitamente como falsas”.
Además, los autores exponían que la experimentación a provisto apoyo a lo que denominan la ‘hipótesis o teoría Spinoziana’: una forma de caracterizar esta hipótesis es a través del hecho de “que la información cambia a las personas incluso cuando éstas no desean ser cambiadas. Las ideas no son meras candidatas a ser creídas, sino potentes entidades cuya mera comunicación altera instantáneamente las propensiones conductuales del oyente”. Y advertían que, si bien las personas tienen el potencial para resistirse a las ideas falsas, dicho potencial sólo puede realizarse cuando la persona tiene la habilidad lógica, información correcta – es decir, contrastada, completa, balanceada, documentada – y, claro está, la motivación y los recursos cognitivos. En resumen, y en palabras de los académicos: “las personas pueden reparar potencialmente sus creencias en ideas estúpidas, pero no pueden generar todas las ideas inteligentes que no han encontrado”.
A veces, pues, será cuestión de no saber que simplemente basta volver del derecho la fotografía para evidenciar la distorsión. Otras, en cambio, será cuestión no tener interés en ello. Y habrá otras oportunidades en que directamente, conociendo el truco, se prefiera el engaño.
Como sea, la calidad informativa y, por supuesto, educativa, tendrán un papel preponderante en la facilidad que tengan ciertos medios u organizaciones de traficar con falsedades, con propaganda disfrazada de noticia.
Por ahora, y cuando de Israel se trata, la foto está crónicamente al revés, y, cada vez se le añaden más y más distorsiones. Tan al revés, que ya ni poniéndola del lado del derecho se reconocería.