“Los efectos ideológicos más exitosos son aquellos que no necesitan palabras y no piden más que un silencio cómplice”, Pierre Bourdieu
La famosa, cínica e irresponsablemente aupada y financiada “causa” palestina – que no es otra que la de terminar con el estado judío – ha devenido en una serie de truculentas y trágicas performances o eventos diseñados para, como en los “happening”, y siguiendo la definición del diccionario Merriam-Webster, “provocar una reacción espontánea a estímulos sensoriales, emocionales o espirituales”.
Una vez más están en ello los líderes palestinos: en el turbio negocio de la sensiblería y la violencia, asaltando, como con anterioridad, la valla de seguridad entre Israel y la Franja de Gaza.
It appears a section of the security fence was destroyed yesterday at the Gaza-Israel border. While some Palestinians made it into the buffer zone, they didn't get far. pic.twitter.com/ZpC7vRJkTe
— Joe Truzman (@JoeTruzman) August 23, 2023
Estas escenificaciones sirven no sólo a la “causa”, a su visibilidad, a la construcción del victimismo, sino que sirven, por un lado, a un grupo particular de personas que se valen de la excusa de la “causa” para ejercer su prejuicio añoso; y, por otro, al afán de eso que una vez fue una cobertura periodística seria y hoy es, en el mejor de los casos, una caricatura amarga e hipócrita del quehacer profesional, cuando no, un vehículo para traficar con ideologías extremas y/o con moralinas de cartón mojado. Porque, después de todo, saben que, como advertía Daniel Boorstin en 1961 (The Image. A guide to pseudo-events in America), las audiencias están “cada vez menos interesadas en si algo es un hecho que en si es conveniente creer en ello… Lo que parece importante no es la verdad sino la verosimilitud”. Y saben que quienes extienden credencial de veracidad, de credibilidad, son – al menos considerablemente – ellos mismos.
Precisamente por el carácter premeditado y por el objetivo propagandístico de esas representaciones, la utilización de menores de edad y de civiles es sistemática por necesidad. Y, por ello mismo, evidente – predecible, incluso. Aunque no sólo se hace patente su empleo en tales situaciones, sino en su preparación en los “campamentos de verano” organizados por grupos terroristas palestinos en el enclave costero. Alto y claro dicen los líderes palestinos lo que representa para ellos la niñez: utilidad.
Así, el 16 de mayo de 2018, y con motivo de un salto similar a dicha valla, el líder del grupo terrorista Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, se pavoneaba:
“Cuando decidimos embarcarnos en estas marchas, decidimos convertir lo que nos es más querido – los cuerpos de nuestras mujeres y niños- en un muro de contención que impida la deriva muchos árabes hacia la normalización de los lazos con [Israel]”.
Alto y claro, también, pero en su silencio, la ausencia de interés, la connivencia, de buena parte de los medios de comunicación. La utilización de los niños desaparece de la cobertura. No existe. Aunque esos mismos medios se den un par de golpes en el pecho – es decir, publiquen el obligado texto henchido de integridad el Día Internacional Contra el Uso del Niño Soldado” con la consabida foto que remita a África.
La espalda de los líderes palestinos siempre bien cubierta… de omisiones, censuras, de bajezas.
Hoy, como entonces, es de esperar que, instrumentalmente, una mayoría de los periodistas no presentarán esos niños palestinos como las víctimas de sus propios líderes – que se ufanan de este macabro usufructo vital -, sino que lo harán tal y como estos quieren: como propaganda; la abrumadora imposición de un relato, de una justificación. Es decir, se convertirán en cómplices, a la vez que dirán, sin decirlo, pero dejándolo bien claro, “un poquito de moral, Israel, por favor”.
Como reproduciendo un eterno ciclo de necedad, esperarán a que la situación crezca, que Israel responda, entonces… Entonces lo de siempre. Una y otra vez, la misma “narrativa”, los mismos silencios; la misma propaganda creando un cierto ánimo, un cierto ambiente.