“Refugiado” es un término que define una circunstancia muy precisa, que en la audiencia evoca conmovedoras imágenes de desarraigo, desvalimiento e indefensión.
La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 estipula claramente cuándo una persona deja de ser considerada como tal, es decir, cuándo se dejará de aplicar la Convención:
1) Si se ha acogido de nuevo, voluntariamente, a la protección del país de su nacionalidad, o
2) Si, habiendo perdido su nacionalidad, la ha recobrado voluntariamente; o
3) Si ha adquirido una nueva nacionalidad y disfruta de la protección del país de su nueva nacionalidad; o
4) Si voluntariamente se ha establecido de nuevo en el país que había abandonado o fuera del cual había permanecido por temor de ser perseguida; o
5) Si, por haber desaparecido las circunstancias en virtud de las cuales fue reconocida como refugiada, no puede continuar negándose a acogerse a la protección del país de su nacionalidad.
Salvo si la persona en cuestión es palestina. Entonces todo cambia, y lo que es un estatus puntual, se convierte en hereditario, enmarcado bajo una definición ad hoc y una agencia exclusiva: la UNRWA, que define, de manera “operacional”, a los refugiados palestinos como aquellas “… personas cuyo lugar de residencia habitual era Palestina entre junio de 1946 y mayo de 1948, y que perdieron tanto sus hogares como sus medios de vida como resultado del conflicto árabe-israelí de 1948”.
Es decir, que un egipcio, jordano, libio o sirio que hubiese llegado a principios de 1946 a trabajar en el Mandato Británico, automáticamente pasó a ser considerado un ‘refugiado palestino’ – como producto de un conflicto iniciado por esos estados árabes, entre otros.
De los alrededor de 800.000 árabes desplazados por el conflicto iniciado por ejércitos árabes, hoy se estima que quedan algo más de 30.000; mas, UNRWA mediante, ¡hay unos 6 millones! Entre ellos, y de acuerdo a las reglas de esta agencia de la ONU, las millonarias y estadounidenses modelos Hadid. El despropósito es tan grande como las barbaridades mediáticas que lo encubren y alientan.
El ex funcionario de UNRWA, James Lindsay, aseguraba que la gran mayoría de los refugiados registrados en UNRWA ya se han “reasentado”:
“Específicamente, casi 2 millones de refugiados palestinos registrados en Jordania son ciudadanos de ese país, y el resto tiene la residencia y documentos que les permiten viajar. De manera similar, los refugiados de Cisjordania y Gaza tienen los mismos derechos que la población no-refugiada, incluyendo el derecho de votar”.
Así, apuntaba que:
“… no hay ningún argumento lógico o humanitario para justificar que una organización de la ONU provee de servicios como educación, salud y bienestar a ciudadanos de un estado miembro en una situación de no-emergencia”.
Como ya se apuntara en CAMERA ESpañol, Alex Safian, analista de CAMERA, recordaba que el ex director de ayuda a los palestinos de la ONU en Jordania, Ralph Galloway, dijo:
“Los Estados árabes no quieren resolver el problema de los refugiados. Quieren mantenerlo como una herida abierta, como una afrenta a las Naciones Unidas y como un arma contra Israel. A los líderes árabes les da lo mismo si los refugiados viven o mueren”.
De tal guisa, UNRWA no sólo no ataja ya ningún problema, sino que, por el contrario, lo crea y lo aumenta. En resumen, difiere tanto de ACNUR como un
“Campo” o “campamento” de refugiados implica una precariedad estructural absoluta, amén de la imposibilidad de ocultar cabalmente siquiera la tierra sobre la que se asienta. En resumen, es la materialización de la indefensión de un grupo de personas:
Eritrea (Pixabay)
Idlib, Siria (Pexels)
Idlib, Siria (Pexels)
Shinkiari, Pakistán (Pixabay)
Esto, en cambio, no es un campo:
Yenín (Wikimedia Commons)
“Campo de refugiados” de Yenín (Wikimedia)
Precisamente la existencia de esa agencia peculiar, con su particular definición de lo que es un refugiado (palestino), ofrece la oportunidad de utilizar los términos “refugiado” y “campo” a una realidad que, de ser abordada como todo otro conflicto en el mundo, no podría calificarse de esa manera.
Y esta utilización – usurpación y, en definitiva, trivialización – de estos términos encaja a la perfección en la ‘narrativa’ que hace del victimismo (de la falta de responsabilidad en el conflicto, de las imágenes que sugiere) su eje central: justificación de sus acciones y crucial herramienta propagandística.
Este es el marco que ha adoptado buena parte de los medios en español – que es lo mismo que decir, que buena parte adhiere a dicha narrativa. Esto se ha vuelto a ver a raíz de la reciente. operación antiterrorista israelí en Yenín.
Así, por ejemplo, ha sido posible titular – decir de antemano qué es lo que la audiencia va encontrar en él y, como consecuencia, cómo debe interpretar ese texto – de esta manera un texto sobre la dicha operación:
Este encuadre permite, por un lado, movilizar las emociones del lector – lo que lo deja vulnerable ante los errores, la falta de corroboración, de equilibrio entre fuentes y voces -, y por otro, permite acallar información relevante: Israel “ataca”, así, a todo un pueblo indefenso; vuelve a victimizar a la víctima.
Así, el papel fundamental de Irán – financiara y material – para el aumento de la violencia terrorista desde Cisjordania en el último año y medio, hecho que condujo a al operativo, podía ser obviado. Como las afiliaciones de los fallecidos a los grupos terroristas palestinos implicados; o la utilización de menores por parte de los grupos terroristas palestinos como combatientes; o la utilización de la infraestructura civil con fines terroristas (como incluso una mezquita)
Y este marco sirve, para por sobre todas las cosas, que redactores que hacen del periodismo una cobertura para legitimar su activismo – o que ocultan la mediocridad debajo de lugares comunes con afán de lacrimosos giros literarios -, puedan postularse como adalides de la virtud, de la inocencia y los oprimidos. Nada más lejos de ello: el fanatismo religioso y ultraderechista de Hamás, Yihad Islámica y otras organizaciones palestinas (entre ellas, el “brazo armado” – considerado terrorista por la Unión Europea, entre otros -, de la “moderada” Fatah liderada por Mahmoud Abbas) salen ganando. Ellos, los endebles egos y las indecentes adhesiones a una “causa” que tiene como fin la eliminación de Israel, son los únicos beneficiados.
Para todo eso sirve, menos para dar cuenta de la realidad.
Es lo que tiene la “superioridad moral”: el envase es necesariamente fraudulento porque el contenido es bochornoso.