Decía Jean-Fraçois Revel en El conocimiento inútil, que el periodista asume en la vida pública un doble papel: es a la vez actor e informador. “Si cree sinceramente en las causas de las que es abogado, no verá un conflicto entre su papel de actor – la influencia que trata de ejercer – y su papel de informador. Basándose en las informaciones que se esfuerza por analizar concienzudamente y relatar, elabora argumentos, escoge opciones y recomienda soluciones. Si, por el contrario, se ve impelido a mutilar la información y a falsificarla, lo que sucede es que probablemente su causa no es muy buena”.
Las omisiones y los errores sistemáticos – que, así, se inclinan a desmentir su carácter de mero desacierto, de puntual negligencia -, predisponen a pensar que, en lo que a la cobertura mayoritaria en español del conflicto árabe-israelí se refiere, el caso ciertamente no es el primero que exponía Revel; quien, por lo demás, apuntaba que, por desgracia, “el atento estudio de la prensa y de los medios de comunicación nos enseña que los errores y omisiones, dejando aparte una porción considerable debida a la incompetencia pura, son a menudo errores y omisiones voluntarios”.
Así pues, vayamos a esa obsesión que parece haber, ya no con el conflicto árabe-israelí, sino con el estado judío en particular.
Fijación
“La opinión pública pretende ser siempre cualificada. Exige el consentimiento o, al menos, obliga al silencio, o a la abstención de la contradicción”. Ferdinand Tönnies, (citado por Elisabeth Noelle-Neumann, The Spiral of Silence: A Theory of Public Opinion)
La importancia primordial de las noticias internacionales – de acuerdo con Thomas Hanitzsch, Abby Goodrum, Thorsten Quandt y Thilo von Pape (Interest in Foreign News) – radica en su poder para moldear nuestra forma de pensar, así como nuestra comprensión de otros países y culturas. De forma que estas noticias pueden afectar sustancialmente al conocimiento, la percepción y la actitud de la audiencia hacia otras naciones. Es decir, aquello que habitualmente se denomina “opinión pública”
A propósito de ello, Sandrine Boudana y Elad Segev (The Bias of Provocation Narratives in International News) resaltaban que, como el público depende de manera especial de los informes periodísticos para las noticias internacionales, es de esperar que la tergiversación y el sesgo en los mismos tengan un impacto más negativo en las opiniones de los ciudadanos que la distorsión en las noticias nacionales.
Los resultados de los estudios llevados a cabo por Wayne Wanta, Guy Golan y Cheolhan Lee (Agenda setting and international news: media influence on public perceptions of foreign nations) apoyaban tal tesis, al mostrar que la cobertura mediática de los países puede influir en la percepción que de ellos tiene el público. “En otras palabras, los medios de comunicación pueden mostrar al público tanto la importancia vital de los países…, como la percepción negativa de los mismos”. Ello se debe a que son pocas las personas que tienen experiencia directa con los acontecimientos en el extranjero. Para muchos, decían los autores, la única fuente de información sobre los sucesos mundiales es la prensa.
Pero el interés del público por este tipo de noticias parece ser más bien acotado. De hecho, Hanitzshc et al. apuntaban que varios estudios indican que las audiencias tienen, en efecto, un deseo relativamente escaso de noticias extranjeras, y, además, cuando lo manifiestan, lo hacen sólo en una categoría limitada de temas informativos, o cuando se vinculan de algún modo a cuestiones nacionales. A su vez, otros estudios han demostrado, de forma casi sistemática, que el público tiene un deseo bastante limitado por las noticias internacionales, o al menos que están menos interesados en éstas que en las nacionales.
Las conclusiones de su propio estudio iban en esa misma dirección. Entre ellas, que las audiencias están significativamente menos interesadas en las noticias internacionales que en la cobertura de los asuntos nacionales – una tendencia más pronunciada en los países occidentales -; los accidentes y las catástrofes naturales son los temas que más interesan de las noticias internacionales a las audiencias de todo el mundo; que, además, muestran un mayor deseo de noticias extranjeras cuando en general están más expuestas a éstas.
Y, aun así, se porfía que los medios ofrecen lo que el público “pide”: es decir, más información sobre Oriente Medio, sobre el conflicto árabe-israelí; a diario, a ser posible. Y este público, al parecer, lo “reclama” además con un marco muy particular, donde los estándares periodísticos mínimos no son esenciales – por lo que se desprende de las coberturas. Un público que, al parecer, y según numerosos estudios, tiene poco interés en las noticias internacionales – como no sean estas de accidentes o catástrofes naturales… Curioso.
Mas, donde manda activismo, no manda audiencia. O, dicho de otra manera, donde manda el objetivo ideológico, el profesionalismo periodístico puede esperar. Es que, tal como indicaban Wayne Wanta y sus colegas, se encontraron correlaciones entre la cobertura de noticias extranjeras y la opinión pública que sugieren que la cobertura de noticias internacionales tiene, en efecto, un efecto de establecimiento de la agenda (agenda-setting). Una agenda que, en el caso del conflicto árabe-israelí está ya más que clara. Una agenda que se hace evidente cuando se observan aquellos conflictos invisibles de los que hablaba Elad Segev (Visible and invisible countries: News flow theory revised); principalmente de África y Asia. Los resultados del estudio llevado a cabo por Segev sugieren que, si bien “el conflicto es, en efecto, un factor importante de la noticiabilidad de los países…, hay algunos conflictos que son más noticiables que otros. En particular, los resultados indican que los conflictos de Oriente Medio son más noticiables que los africanos o asiáticos. Los países sobrerrepresentados en relación con los acontecimientos y conflictos políticos en curso eran principalmente de Oriente Medio. Los países infrarrepresentados en relación con los conflictos eran únicamente de África y Asia”. Cuestión de agenda. De obsesión.
De esta manera, Simon Deng, activista de derechos humanos sudanés y ex niño-esclavo, decía en 2012: “Mi pueblo ha sido eliminado de las primeras planas por la exageración del sufrimiento de los palestinos”.
Así pues, no hay que dejarse engañar por el aparente interés del conflicto árabe-israelí por parte de la llamada opinión pública. La ladeada repetición mediática hace su parte. Los movimientos activistas, la suya. La omisión de otras realidades, de elementos del propio conflicto, de voces distintas – en medios, organismos internacionales -, hacen el resto de la tarea.
Porque, de acuerdo a Elisabeth Noelle-Neumann (en Hanna Adoni y Sherrill Mane, Media and the social construction of reality: Toward an integration of theory and research), “el énfasis público en determinadas opiniones [o temas] por parte de los mismos medios de comunicación crea la falsa impresión de que éstas son las opiniones dominantes en la sociedad [o los temas importantes]. Esta situación influye en la valoración del individuo sobre el ‘clima de opinión’. El individuo se convierte en uno de los muchos que están sometidos a la ‘ignorancia pluralista’, es decir, a la creencia de que las opiniones dominantes en la sociedad difieren de las propias. Se produce en consecuencia una ‘espiral de silencio’ por la que el individuo… guarda silencio, distorsionando así aún más la imagen de la realidad objetiva”. El silencio será aún más profundo si lo que lo ocasiona no es una aparente unanimidad o mayoría de opinión, sino un ambiente hostil a partir de una demonización (como, por ejemplo, el que pretende instalar el movimiento BDS y no pocas ONG).
A su vez, Noelle-Neumann (The Spiral of Silence: A Theory of Public Opinion) agregaba que los medios de comunicación forman parte del sistema que el individuo utiliza para informarse sobre el entorno; y que “para todas las cuestiones que están fuera de su esfera personal inmediata, depende casi totalmente de ellos para conocer los hechos y evaluar el clima de opinión”.
De tal guisa, y siguiendo a la propia Noelle-Neumann (The Spiral of Silence: A Theory of Public Opinion), la opinión pública puede describirse como la opinión dominante que obliga a cumplir con la actitud y el comportamiento dados, ya que amenaza al individuo discrepante con el aislamiento, o con el escarnio público – actualmente, las redes sociales son el territorio predilecto para humillar, deshonrar.
“Las personas que aún se aferraban a la antigua fe temían ser las únicas que lo hacían, y como tenían más miedo al aislamiento que a cometer un error, se unían a las masas, aunque no estuvieran de acuerdo con ellas. De este modo, la opinión de sólo una parte de la población parecía ser la opinión de todos, y precisamente por ello resultaba irresistible para los responsables de esta apariencia engañosa.” Tocqueville, L’Ancien Régime et la Révolution (citado por Noelle-Neumann)
Así, acaso por la llamada “espiral de silencio”, o porque, además, los activistas antiisraelíes cuentan con el convencimiento vehemente e intransigente de los fanáticos y monomaníacos; o porque se le ofrecen más vehículos sin filtro para sus afirmaciones – Mahmoud Abbas y su organización, Fatah, suelen ser retratados como un “moderados”, en tanto ONG claramente partidistas, como “dedicadas a los derechos humanos” -, sus voces y sus opiniones parecen oírse más a menudo, más alto. Mucho más.
A la vez que Israel, como ningún otro país, congrega tanta atención mediática. O, mejor dicho, como ningún otro país, suscita tanta inquietud “moral”; es decir, tanto posicionamiento (en su contra).
La justificación es en realidad el dogma del propio posicionamiento: se dice que las circunstancias del conflicto (por la pretendida la singular e inmaculada probidad de unos y de la vileza inmanente, connatural del otro) son excepcionales, y desfavorables no sólo para una de las partes (la víctima, el agente no responsable), sino para la región y, por efecto contagio, para el bienestar internacional. Esta postura, por tanto, impide siquiera tratar a ese actor “inocente”, “justo”, de acuerdo con sus actos, así como criticar la labor de los periodistas que, diciendo dar cuanta del conflicto, se limitan mayormente a recordar a diario el esquema simplista, caricaturesco, del mismo; a la vez que buscan o provocan la aprobación moral de la audiencia – tarea fácil, si las hay: ni el blanqueo del terrorismo (involuntario, disimulado, o no tanto), ni los errores voluntariosos y las omisiones sistemáticas son consentidos en otras instancias como lo son en este caso. Así, mientras el terror se difumina en una eufemística “militancia”, y su “causa” se eleva al rango romántico de “resistencia”, las aciagas prácticas periodísticas se procuran empatar con el “compromiso social, moral”.
Ese estado…
“El protagonismo especialmente elevado de Israel y Palestina en las noticias en línea de todo el mundo no puede explicarse por la intensidad de su conflicto”, afirmaban Elad Segev y Menahem Blondheim (Online news about Israel and Palestine), que continuaban diciendo que seguramente tampoco puede explicarse por el tamaño de su población, ni por su poder económico. Así, los autores se quedaban “inevitablemente con las explicaciones de los campos ideológico, cultural y religioso, que trazan una geosofía particular, ya que interactúa con las prácticas de información de noticias internacionales por parte de los medios de comunicación”. Por “geosofía” se referían a una forma de ver el mundo, al estudio del mundo tal como es percibido e imaginado por las personas.
En esta línea, Wilhelm Kempf (Peace Journalism, the Israeli-Palestinian conflict, the German press and the German public) sostenía que “el modo en que una persona se posiciona frente a un conflicto -el bando que elige, por ejemplo, en el conflicto palestino-israelí – depende… esencialmente del modelo mental que se forme del conflicto”. Y añadía que “los pacifistas (principalmente) ingenuos [¿o malintencionados activistas?] interpretan el conflicto según un marco pro-palestino de ‘paz’ que bordea con un marco bélico”, en tanto que “los participantes más preocupados por el conflicto y – al mismo tiempo – que no temen que la violencia palestina sea un obstáculo para el establecimiento de un estado palestino interpretan el conflicto según un marco pro-palestino bélico”.
“Periodismo de paz” – o “comprometido” (con qué, realmente, es harina de otro costal; pero no de lo que se pretende dar a entender) – … En este conflicto, es este un término que, como una prenda de una talla demasiado grande, queda holgada a cualquiera que intente vestirse con ella. Por lo demás, en este caso, una buena parte de la prensa en español, parecer servir mayormente al interés de una de las partes – acaso, necesariamente, pues lo que hacen, realmente lo hacen contra la otra. De tal manera, abogan y suscriben una “narrativa” particular, coincidente con la de los líderes palestinos, y que supone en definitiva la justificación de los fines a los que estos últimos aspiran.
Mas, retornemos a la fijación: a ese estado, judío.
Elad Segev y Menahem Blondheim avanzaban que ““Israel y Palestina tienen una saliencia anómala en la cobertura noticiosa [debido a que se trata de] una tierra y una ciudad capital que son familiares en numerosas culturas; cuna de la religión monoteísta y origen de la cultura judeocristiana. Pero Jerusalén (por no hablar de Tel Aviv) también resulta ser un lugar en el que los periodistas pueden deambular libre y cómodamente, sin la amenaza de la censura, la coacción física y la intimidación o, en caso extremo, la muerte. En Israel, los periodistas parecen gozar de una libertad más amplia (así como de comodidad física) que en cualquier otra zona de conflicto del mundo actual”.
Esto recuerda las palabras del viejo Biach, personaje de The last days of mankind, la obra que Karl Kraus escribió entre 1915 y 1922 como reacción a la Primera Guerra Mundial, que en un pasaje de la misma decía: “¡La Oficina de Prensa de Guerra debe ser una gran institución! Uno puede ver todo. Está cerca del frente y el frente está cerca del campo de batalla. Así que en cierto sentido Klein está casi en combate, puede ver todo sin que sea peligroso para él”. En esta obra, aquellos que hacían de su cómoda (y obsecuente) participación – como periodistas o como oficiales – en la Primera Guerra Mundial, un motivo de elogio, de prestigio, no contaban con la absoluta simpleza, vacuidad, del hashtag, que permite decir sin hacerlo en absoluto como nunca antes, acaso.
En tanto, Segev y Blondheim, añadían que, a todo esto, el interés de los medios europeos en Israel no se explica por las relaciones reales entre Israel y los países europeos, sino por el interés particular de Europa en Israel, debido a – suponían – razones históricas, religiosas y periodísticas.
Razones históricas. Religiosas…
Después de todo, como apuntaban Charles G. Lord, Lee Ross, and Mark R. Lepper (Biased Assimilation and Attitude Polarization: The Effects of Prior Theories on Subsequently Considered Evidence), “una vez formadas, las impresiones [y]… las creencias sobre otras personas… [estas] pueden sobrevivir al descrédito total de las pruebas que dieron origen a dichas creencias. En esencia, estos estudios previos demuestran que las creencias pueden sobrevivir a la sustracción total de las pruebas formativas críticas en las que se basaron inicialmente. […] El presente estudio demuestra que las creencias fuertemente arraigadas también pueden sobrevivir al añadido de pruebas que no apoyan esas creencias”.
Razones históricas. Religiosas… Prejuicios, vamos.
Elad Segev y Menahem Blondheim (Online news about Israel and Palestine):
El Índice de Saliencia de los 10 países más destacados en las noticias de todo el mundo… muestra que Israel y Palestina ocupan el quinto y sexto lugar, con cerca del 4 por ciento de las noticias que los mencionan. Descontando las menciones a Estados Unidos -que ocupa el lugar hegemónico indiscutible mundial en las noticias-, Israel y Palestina se disputan el liderazgo en las noticias del mundo.
… la relevancia de Israel y Palestina en diferentes temas noticiosos… muestra que, aparte de Estados Unidos, Palestina es la entidad más mencionada en las “noticias principales” del mundo, con Israel siguiéndola de cerca (6,3-6,7 por ciento). Palestina e Israel también ocupan un lugar destacado en la categoría de “noticias del mundo” (5,1-6,4 por ciento).
… el dato más llamativo sobre la importancia del conflicto palestino-israelí en las noticias online del mundo es el número de noticias destacadas que produce. Las “noticias destacadas” reflejan una combinación de la extensión e intensidad del interés en el conflicto, así como de la importancia que se le atribuye. … Además de la hegemonía mundial de Estados Unidos en las noticias, Palestina e Israel son los principales originadores de los titulares del mundo, con más del 6% de las noticias que mencionan a cada uno de ellos.
… el conflicto palestino-israelí es el principal contexto en el que se menciona a cada uno de ellos en las noticias internacionales.
Fuente: Ben Dror Yemini
Fuente: Ídem
Fuente: Ídem
Moral ad hoc: Israel, el malo de la fábula
Se le ha asignado al Estado judío la función (histórica) del judío. Una asignación por lo demás conveniente; en tanto y en cuanto brinda la palmaria coartada para actualizar estereotipos harto conocidos. Con este dispositivo, pretenden no pocos postularse al mísero pedestal de la moral construida sobre tales infaustos, aunque fáciles, cimientos – antiguos, ignominiosos.
De tal forma, cada acontecimiento que tiene lugar en el marco del conflicto (Israel como actor responsable, como parte activa), de Israel en particular, se procura que sean, en gran medida, dependientes de las actitudes morales y evaluativas de quién da cuenta de ellos – vamos, quien los interpreta; los vicia. Los hechos, así, no resultan de ellos mismos – de lo acontecido -, sino de la amputación de su realidad. Sólo la palabra de quien los describe los avala y apuntala: su palabra repetida, izada incontestable verdad. Repetir como sustituto de la argumentación, de la búsqueda de explicaciones, de la mismísima experiencia.
A fin de cuentas, Francesca Gino, Michael Norton, y Roberto Weber (Motivated Bayesians: Feeling Moral While Acting Egoistically) explicaban que “las personas que parecen mostrar una preferencia por ser morales pueden, de hecho, estar en realidad valorando el hecho de sentirse morales, y a menudo logran este objetivo manipulando la forma en que procesan la información para justificar la realización de acciones egoístas mientras mantienen esta sensación de moralidad”. Y, cabría esperar, que manipularán, de poder hacerlo, la información que presentan ante terceros para que estos concuerden con su propia apreciación “moral”.
Precisamente, los académicos decían que “las personas parecen preocuparse menos por la moralidad de sus acciones o los resultados que producen, y más por lo que las acciones que realizan revelan sobre ellos como seres morales. La gente quiere creer que es moral y prefiere las acciones que apoyan esta creencia, a veces independientemente de si esas acciones son realmente morales”, como, por ejemplo, la complicidad o apoyo por omisión de la violencia terrorista palestina, la corrupción de su liderazgo, el machismo y homofobia en su sociedad.
“Para facilitar esta creencia, las personas a menudo adquieren y procesan información sobre lo que es ‘moral’ o ‘inmoral’ de forma interesada – y estas creencias sesgadas, más que una preferencia por la moralidad en sí misma, pueden impulsar gran parte del comportamiento humano en contextos que implican moralidad. En las decisiones relacionadas con la moralidad, sostenemos que las personas suelen actuar como ‘bayesianos motivados’: mientras reúnen y procesan la información antes y durante el proceso de toma de decisiones, tienden a hacerlo de una manera previsiblemente sesgada para ayudarse a sentir que su comportamiento es moral, honesto o justo, sin dejar de perseguir su propio interés”, comentaban los autores; que explicaban que si bien los bayesianos motivados también se verán influidos por las pruebas que encuentren, estarán sesgados tanto en la elección de la información que adquieran como en su interpretación de dicha información para facilitar la creencia en su propia moralidad.
Finalmente, Gino et al. exponían dos formas en las que personas actúan como bayesianos motivados cuando se enfrentan a decisiones morales: “juicios autocomplacientes de moralidad [ellos mismos deciden qué se moral, y en consecuencia interpretan la realidad; y viceversa] e interpretaciones autocomplacientes de la realidad: las personas suelen formarse juicios interesados sobre qué constituye exactamente un comportamiento o unos resultados justos o morales”.
En este caso, podría agregarse que parece operar una transferencia de características que son en primera instancia conferidas, endosadas, a los palestinos en general, de vuelta a los periodistas, trabajadores de ONG, etc., que las adjudican. La lógica de este proceso sería: si se apoya esa “causa”, a ese pueblo, es que se tienen esos valores morales (positivos, deseables), esas características morales: honorabilidad, combatividad por lo que es justo. Ergo, apoyo porque soy moral, justo: ergo, me apoyo. La “causa” sería, pues, una suerte de espejo en el que hacer reflejar lo emitido.
Y como el resultado ha de ser una imagen autocomplaciente de bondad, será necesario el malvado que sirve como contraste necesario. Maniobra por lo demás sencilla, si se tiene en cuenta lo que observaba Caroline Fisher (The advocacy continuum: Towards a theory of advocacy in journalism): la asignación de elogios y culpas por parte del periodista radica en la naturaleza de los hechos atribuidos a los actores y en las connotaciones de las palabras utilizadas para referirse a esos hechos.
Unos hechos que, después de todo, poco importan, estando tantos profesionales, como están, más apegados a su imagen, a su difusión – es decir, al prestigio artificioso que su enunciación y adhesión procuran -, que a aquello a lo que dicen defender, y, definitivamente, que a los propios hechos y a la labor que aseguran cumplir.
Malos y buenos, o el narcisismo “moral”
“Como los medios de comunicación representan la principal, si no la única, fuente de información de la audiencia sobre las noticias internacionales, el sesgo en este campo tiene potencialmente más impacto que en cualquier otro. Además, como las noticias internacionales suelen tratar sobre conflictos violentos, conllevan emociones y juicios morales que probablemente aumenten el riesgo de sesgo. Dado que los conflictos tienden a ser narrados en términos de tensiones entre héroes y villanos, o perpetradores y víctimas, el sesgo en las noticias extranjeras tomará la forma de culpar (sin fundamento) a los grupos identificados como los ‘malos’, aseguraban Sandrine Boudana y Elad Segev en su trabajo The Bias of Provocation Narratives in International News.
Asimismo, según Caroline Fisher, los periodistas que conciben su papel como algo que implica una alta participación en la presentación de un tema tienden a producir historias menos imparciales que los reporteros que consideran que su papel implica una baja participación.
En otro trabajo – Theorizing Provocation Narratives as Communication Strategies – Sandrine Boudana y Elad Segev indicaban que en el esquema de “buenos y malos”, los individuos o grupos identificados como responsables de la violencia se convierten en el centro de atención de los periodistas (que, además, son quienes imponen ese marco, quienes caracterizan a los actores) y de la audiencia.
En esta misma línea, (News and conflicts: how adversarial news frames limit public understanding of environmental issues), Michael Karlberg sostenía que “las cuestiones se plantean con frecuencia de manera adversativa, como conflictos aparentemente irreconciliables entre grupos claramente definidos y diametralmente opuestos”.
Tales marcos adversativos están caracterizados, decía Karlberg, por dos rasgos definitorios:
– Dicotomía/dualidad: campos estereotipados.
– Extremismo/confrontación: dramatización del conflicto mediante el énfasis en declaraciones y acciones extremas y de confrontación.
Este marco suele tener otras características como, por ejemplo, los argumentos posicionales: Los marcos informativos adversativos suelen amplificar las declaraciones y demandas posicionales de los bandos enfrentados, en lugar de indagar y aclarar sus intereses y motivos subyacentes que impulsan esas posiciones. Al centrarse en la posición expresada, la cobertura informativa tiende a descuidar u ocultar otras opciones.
Quizás eso sea lo que se busque, y, en nombre de la paz, de la solidaridad – del activismo, qué tanto -, crear, parafraseando a Kemps, un plan propio de resolución de conflictos que designa un malvado que pretendidamente es el culpable de que no se adopte ese plan: por ejemplo, que Israel se retire hasta las líneas que los palestinos deseen, que Israel conceda. Para ello, se borra el hecho de que son los líderes árabes y árabe-palestinos los responsables principales de la inexistencia de un estado palestino, con sus decisiones de emprender sucesivas guerras de agresión.
Y es que en “este juego de culpas”, al decir de Boudana y Segev, “los periodistas no distribuyen por igual las narrativas de provocación … tienden a utilizarlas selectivamente en referencia a ciertos ‘malos’. … las narrativas de provocación permiten una información sesgada, al omitir información crucial que habría matizado la demonización de estos países o habría revelado la complejidad del conflicto”. Después de todo, como indicaban los autores, al trasladar su experiencia a los oyentes, “los narradores construyen una teoría personal de la causalidad, que implica la asignación de elogios y culpas por las acciones relatadas.”
A modo de conclusión
En ciencias e ingeniería es bien sabido que, si el solapamiento entre las informaciones inicial y final de algún fenómeno es muy pequeña, el resultado de medir la información transmitida indica que esta es mínima. De ello, puede concluirse que la lógica (por necesaria) inclinación del activista hacia la manipulación, resulta inversamente proporcional al interés por intentar realizar su tarea profesional debido, precisamente, a la señalada falta de información que se ofrece.
En breve, la inclinación a utilizar el periodismo como un vehículo para la ideología o para impulsar el ego “moral”, perjudica seriamente a la profesión y, claro está, a la información. El producto del activismo es una audiencia menos informada pero más posicionada.
Qué mejor que la mirada de Karl Kraus para cerrar este texto. Una mirada que, de manera apresurada, podría llamarse adelantada, a fuerza de pasar por alto el hecho de que muy probablemente lo precoz no sea la observación, sino el mal quehacer periodístico. Después de todo, este siempre ha gozado del privilegio de ponerse por encima (o al costado) de los requerimientos y normas que regulan al resto de profesiones y oficios; exención que más de una oportunidad tanto se parece a un “derecho” a ejercer el engaño, la manipulación.
ELFRIEDE RITTER: Señores, les agradezco su simpático interés… pero no tengo nada más que decir que esto; sí fue muy, muy interesante [mi estadía en Rusia], pero no me pasó nada… Estoy encantada de estar de vuelta en mi querida Viena.
HALBERSTAM: Interesante, un viaje agotador – así que admite…
FEIGL: Una dificultad, dijo, una dificultad…
FÜCHSL: Espera, he escrito la introducción en la redacción – Espera [escribiendo] -… salvada del calvario de un encarcelamiento ruso, al final de un viaje pesado y agotador, la estrella lloró de alegría, que estaba de nuevo en su querida ciudad de Viena…
ELFRIEDE: Yo no he dicho eso… al contrario, he dicho que no tenía nada de lo que quejarme…
FÜCHSL: ¡Ah! La artista mira hoy hacia atrás con cierto distanciamiento irónico.
ELFRIEDE: Tengo que decir que estoy indignada…
FÜCHSL [sigue escribiendo] Pero entonces, cuando el visitante le incita a recordar, se indigna de nuevo; con palabras temblorosas Ritter describe cómo se le negó toda posibilidad de queja contra el trato recibido.
[…]
ELFRIEDE: Está tirando las cosas de los pelos. Si hubiera pasado algo, en la calle o en las oficinas, si tuviera la más mínima razón para quejarme, sobre un acoso, o, lo que sea, ¿cree que me callaría?
FUCHSL: Todavía temblando de agitación, Ritter describe cómo las turbas en la calle la arrastraban por el pelo, cómo era acosada por los funcionarios por la más mínima queja y cómo se vio obligada a guardar silencio sobre todas estas experiencias.
ELFRIEDE: Está usted haciendo un lío con esto. Le puedo decir exactamente que la policía fue de mucho apoyo, cuando era necesario me tomaban del brazo – podía salir cuando quisiera, o ir a casa cuando quisiera – le aseguro que si me hubiera sentido prisionera, aunque fuera por un momento …
FÜCHSL [escribiendo]: La artista cuenta que una vez, cuando quiso salir a hacer una visita, la policía llegó de inmediato y, tomándola por los brazos, la arrastró a su casa, por lo que llevó literalmente la vida de una prisionera…
ELFRIEDE: Ahora, miren, realmente me estoy molestando. No es cierto señores, protesto.
FÜCHSL [escribiendo]: Estaba realmente enfadada por el recuerdo de estas experiencias, por las protestas desesperadas.
ELFRIEDE: ¡No es cierto señores!
FÜCHSL: ¿No es cierto? ¿Qué significa “no es verdad” cuando estoy transcribiendo cada palabra que dices?
FEIGL: ¿No es acaso cierto, puesto que lo publicamos?
[…]
FÜCHSL: Puedo decirle que no debería jugar con esas cosas. Una persona, una actriz de primera categoría que estuvo en Rusia y no tiene nada que decir sobre las torturas que sufrió, eso es realmente demasiado risible, se lo digo yo, su propio sustento depende de ello…
ELFRIEDE: Pero, pero, pero… Sr. Editor, pensé que, créame instruido caballero, por favor, por favor, pensé que… a decir verdad, por favor perdóneme, por favor…
FEIGL [airado]: La verdad, ¿así es como lo llamas? ¿Así que somos nosotros los que mentimos, o qué?
ELFRIEDE: Es decir, lo siento, había creído que era verdad, pero cuando ustedes, caballeros, creen que… no es la verdad, ustedes son periodistas, deben, por supuesto entenderlo mejor.