Se pretende que las ONG o, antes bien, ciertas entre tales organizaciones cuyo prestigio es pasado – y negado por su actividad presente -, son casi la fundación ontológica del universo de creencias de cierta ideología totalizadora, totalizante, que busca imponerse como siempre lo hacen tales creencias: con una pretensión de incuestionable sacralidad, de verdad inconmovible.
Es lo que se desprende del trato que le ofrecen no pocos medios de comunicación en todos los idiomas: acrítico, sin verificaciones, sin cuestionamiento, sin nada más que una aquiescencia promotora, difusora; casi como si fueran parte del engranaje de ese credo que procura su regencia.
El caso más reciente lo ha ofrecido el periodismo – si es que algo que así pueda ser denominado se ve involucrado en la cobertura de los sucesos (y los muchos pseudo acontecimientos) relacionados con Israel –con su abordaje del bochornoso “informe” de Amnistía Internacional (AI) que básicamente viene a decir que Israel es un estado ilegítimo. Más allá de la inexistencia de corroboraciones (de las afirmaciones, datos, fuentes, metodología), era prácticamente – generoso adverbio – imposible encontrar algo sobre la propia organización, sobre sus posibles posicionamientos ideológicos respecto del país al que tan grave y falazmente acusaba.
Pero una vez más, se ofrecían las coberturas a la mera retransmisión – a una mayor audiencia, claro. Esto, sí, realizado con esmero; con el celo del creyente, del activista.
Amnistía para sí misma: impunidad
Es esta organización, AI – curiosa coincidencia con las siglas en inglés de inteligencia artificial; aunque sólo la letra A se corresponda más acabadamente -, una ONG que tieneunaespecialfijación con Israel y mucha mano izquierda con el terrorismo palestino (tanto, que prácticamente lo obvia) y a la que el antisemitismo le importa más bien poco; amén de que la rigurosidad de sus métodos de recolección de información y verificación de la misma, es, siendo extremadamente generosos, muy dudosa. Es, pues, una ONG que, cuando Israel está de por medio, tienen una relación extremadamente laxa con la verdad.
Así, un blog de CAMERAde 2014 señalaba que la misión de esta ONG – de exponer y combatir los abusos a los derechos humanos llevados a cabo por regímenes opresores – ha sido corrompida con el paso de los años por activistas en un intento por aislar al Estado judío. “Sus informes sesgados sobre la operación militar israelí Plomo Fundido y otros numerosos informes publicados a lo largo de los años dan testimonio de incapacidad de la organización para abordar el conflicto palestino-israelí de manera creíble y balanceada”.
Entonces, el propio secretario general de Amnistía Internacional, Salil Shetty, admitía:
“No somos expertos en asuntos militares. Así que no queremos pontificar sobre asuntos que realmente no entendemos”.
Y, aun así, lo hacían, y hablaban de “desproporcionalidad”.
De una rigurosidad que apabulla…
Unos años antes, el Council on Foreign Relationsseñalaba que:
“El actual conflicto entre Hamas (y otros grupos terroristas) e Israel ha sacado lo peor de Amnistía Internacional. Amnistía ha tomado una posición que sólo puede denominarse anti-israelí, tratando a los terroristas e Israel con una ‘equidad’ que revela profundos prejuicios”.
“Amnistía acaba de acoger en Londres un evento titulado: ‘Complicidad en la opresión: ¿los medios de comunicación ayudan a Israel?’ Organizada por la Campaña de Solidaridad Palestina, esta conferencia contra Israel contó con Abdel Bari Atwan, editor del periódico al-Quds al-Arabi con sede en Londres.En 2007, Atwan declaró que se bailaría ‘en Trafalgar Square si Irán atacase a Israel’ y en 2008, dijo que el ataque terrorista contra la yeshivá [centro de estudios de la Torá y el Talmud] Mercaz HaRav, en Jerusalén, donde fueron asesinados ocho estudiantes israelíes, ‘estuvo justificado’.
El evento fue co-auspiciado por Middle East Monitor Online, dirigido por Daud Abdullah, signatario de la declaración de Estambul, que establece que es obligación de la ‘nación islámica’ continuar la ‘yihad y la resistencia’ contra Israel”.
Una organización imparcial, sin duda. Y por ello, cualquier “informe” sobre Israel será tenido automáticamente por incuestionable.
Vasos comunicantes del mundo antisraelí
En 2015, UN Watchrevelaba que el personal externo contratado por la Oficina de del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR por sus siglas en inglés)”. incluía a “algunos de los activistas anti-israelíes más radicales”.Dos de las personas contratadas sobresalían debido a su papel destacado en la comisión de “investigación” sobre el comportamiento de Israel durante el transcurso de la operación Plomo Fundido: eran, ni más ni menos, las principales personas de contacto en “cuestiones sustanciales”. Una de ellas era Sareta Ashraph que era entonces miembro de Amnistía Internacional, una de las principales organizaciones que acusaban a Israel de crímenes de guerra en 2009 – AmnistíaInternacional – muy inclinada a exonerar a Hamás – fue una de las organizaciones que estuvo detrás del bochornoso informe Goldstone de la ONU. A su vez, Ashraph fue la principal organizadora de una conferencia en Londres a nombre de los Abogados por los Derechos Humanos Palestinos, presentando, entre otros, al activista para la guerra legal contra Israel Raji Sourani – que en 2007 justificaba los ataques de Hamas como “resistencia.Ese mismo año, de acuerdo a la organización NGO Monitor, una serie de artículos publicados en agosto de 2015por el diario Times (Londres) reveló que Yasmin Hussein, directora de Credo y Derechos Humanos de Amnistía Internacional, tenía vínculos con la Hermandad Musulmana y posiblemente con Hamás.
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Según dio cuentaentonces la ONG UN Watch – haciéndose eco de información publicada por el diario New York Times el 10 de abril de 2020 -, “Hind Khoudary, que es descrita por la organización de derechos humanos con sede en Londres como una ‘consultora de investigación’ y una ‘trabajadora’ de Amnistía Internacional, ‘publicó denuncias airadas en Facebook contra el Sr. [Rami] Aman [uno de los activistas detenidos] y otros por la
llamada, etiquetando a tres funcionarios de Hamás para asegurarse de captar su atención’. Luego, Hamás lo arrestó por ‘traición a su pueblo y sus sacrificios’”.
No quedaba claro que aún mantenía un vínculo laboral con la ONG porque, según tuiteaba Hillel Neuer, director de UN Watch, Khoudary se presentaba en las redes sociales como consultora de Amnistía Internacional hasta apenas unos días antes del hecho.Más, luego de este asunto, y según informaba el Jerusalem Post, Khoudary “se describ[ía] como ex consultora de investigación de Amnistía Internacional” – labor que realizó, según detalla en su Facebook, entre enero y diciembre de 2019 – y se presentaba, en cambio, como “periodista”.
Pero la pregunta que queda flotando, y a la que los medios le rehúyen sin miramientos, ¿es cómo es que Amnistía Internacional empleó a Khoudary? ¿Qué tipo de evaluación de personal potencial realizan? ¿O acaso la hostilidad hacia Israel es un requisito sin el cual ni siquiera se considera la candidatura?
Neuer señalaba en esa oportunidad que “a partir de sus publicaciones en las redes sociales, queda claro que Khouday ha sido durante mucho tiempo y abiertamente, partidaria de los actos terroristas contra israelíes tanto de Hamás como Hizbulá. Amnistía debe llevar a cabo una investigación independiente sobre quién sabía dentro de dicha organización del apoyo a la violencia terrorista por parte de Khoudary”. ¿Y Amnistía no se enteró?
El factor humano del reciente “informe”
Con todo esto en mente, pues, necesariamente hay que preguntarse – o, antes bien, a Amnistía – quién redactó el informe,quién realizó la investigación.
La ONG no ha dado a conocer a los autores del infame “informe”. Algo que, por lo demás, no sucede por primera vez. En un artículo del 27 de febrero de 2014 publicado por el diario Algemeiner, la consejera legal de la organización NGO Monitor, Anne Herzberg, indicaba que no estaban seguros de quiénes habían escrito el reporte de turno de aquel entonces porque Amnistía no lo decía, “en violación de las directrices de investigación para ONG establecidas por la Asociación Internacional de Abogados”.
Aunque, en esa oportunidad, Herzberg ofrecía algunos indicios de por dónde podía andar la inquietud ideológica, de los autores:
“NGO Monitor ha podido confirmar que ‘la investigadora de Israel con sede en Londres, Deborah Hyams, fue un escudo humano en Beit Jala; la investigadora de Israel de Amnistía Internacional, Edith Garwood, solía ser miembro del Movimiento de Solidaridad Internacional. Además, otra de las investigadoras, Rasha Abdul-Rahim, se describe a sí misma como ‘una activista palestina rancia’ en Twitter’.
‘De nuevo, no sé si alguna de estas personas ha trabajado en el informe, pero su contratación demuestra sin duda que a Amnistía no le importa la objetividad ni la credibilidad de sus informes’, dijo Herzberg”.
Por qué, dada la calidad de su investigación – que resulta en una pieza digna del propagandismo más rancio -, habría de darle el beneficio a la ONG de creer sin más que para realizar sus informes no aplica el mismo criterio de contratación. No hay nada que permita esa confianza.
Entre los posibles autores, o al menos, supervisores del disparate, se encuentra Phillip Luther – de triste y más que revelador papelen una entrevista realizada por un periodista del Times of Israel precisamente a raíz del informe -, director de Investigación y Promoción y asesor senior de Amnistía Internacional. Como apuntabala analista de CAMERA Ricki Hollander, que aboga por el inexistente “derecho de retorno” de los “refugiados” palestinos a Israel. Todos saben lo que ello significa: como declaró en 2010Omar Barghouti, co-fundador la Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural de Israel (PACBI, por sus siglas en inglés), “si los refugiados regresaran, no tendrías una solución de dos Estados, tendrías una Palestina junto a una Palestina”.
Saleh Hijazi, que actualmente es director regional adjunto de la oficina de Medio Oriente y Norte de África (MENA) de Amnistía Internacional, y que dirige su oficina de Jerusalén, es otro de los probables responsables del libelo de Amnistía. Sobre él, Hollander indicaba que anteriormente se desempeñó como funcionario de relaciones públicas para la Oficina del Ministerio de Planificación de la Autoridad Palestina en Ramala, y trabajó con el Movimiento de Solidaridad Internacional que alentaba la “lucha armada legítima” palestina contra Israel. Es decir, Amnistía elige para dirigir su oficina de Jerusalén a un sujeto cuya parcialidad en los asuntos que estarán a cargo de su competencia está garantizada. Ni más ni menos, que una continuidad sin fisuras con la elección de su personal para abordar las cuestiones relativas a Israel.
La analista de CAMERA añadía que:
“Es un veterano activista contrala solución de los dos Estados que llama al fin del Estado judío bajo el pretexto de los derechos humanos:
‘El principal problema hoy en día es que no podemos conciliar el discurso de los derechos humanos que adoptó el movimiento palestino y el proyecto colonial del Estado-nación que aún se desarrolla en nuestra región. En lugar de perder el tiempo deliberando sobre qué Estado y cómo conseguirlo, tenemos que afirmar que cualquier solución de ‘Estado’ dentro de los límites de la Palestina del Mandato es sólo un paso hacia la colonización completa. La solución al conflicto debe ser regional y transfronteriza, con importantes implicaciones internacionales, e ir más allá de la limitación de la liberación nacional según las líneas trazadas por la colonia…’”.
Que a una organización se le cuelen sujetos que, con su comportamiento, con sus ideas, contradicen la misión de aquella, es normal. Los errores ocurren – raro sería que no lo hicieran. Que esto pase una y otra, y otra, y otra vez, ya no es un error sino, más bien, un patrón de contratación. Una pauta que indica en qué dirección ha cambiado aquella misión original.
Amnistía hace tiempo que sólo comparte el nombre con la organización pasada. Hoy es otra cosa bien distinta. Casi, estaría tentado uno a decir, su opuesto. Pero, claro, en 2020 la ONG recaudó la friolera de 334 millones de euros, según su opaco informe financiero (por general y escueto; casi de organización vecinal). A quién le va a importar un viraje de cometido, de ética, si, precisamente, el dinero sigue fluyendo. Y, si así se ingresa más, el volantazo queda. Los derechos humanos, para otro momento.
La contratación de activistas no garantiza otra cosa que la elaboración de propaganda, de libelos bajo la cobertura cínica de los “derechos humanos”. Si funciona es porque no pocos están dispuestos a callar sus muchas y patentes faltas, y a difundir disciplinadamente el producto de su particular y evidente animadversión.