“… Israel e Irán intercambian mensajes en clave de guerra. Desde que arrancó el diálogo, el Estado judío presiona a los distintos actores para evitar que salga adelante y sus dirigentes insisten en que «todas las opciones están sobre la mesa» para frenar la carrera atómica de la república islámica, incluido un ataque contra las instalaciones nucleares”.
El Tehran Times, periódico en inglés que “comenzó su andadura en 1979 para difundir la voz de la Revolución Islámica” – un periódico del régimen básicamente – y “que se edita en la capital persa, recordó las palabras del Líder Supremo, Alí Jamenei, de 2013, cuando en un momento parecido de ofensiva dialéctica durante las largas negociaciones que desembocaron en el pacto de 2015 dijo a los líderes del Estado judío: «Si cometéis un error la república islámica destruirá Tel Aviv y Haifa»”.
La crónica igualaba asíun potencial ataque “contra instalaciones nucleares” con un ataque masivo contra ciudades (es decir, civiles) israelíes: el mapa que mentaba el texto, con los objetivos de una ofensiva iraní, incluían prácticamente todas las ciudades de Israel, e incluso objetivos en el sur del Líbano y en los territorios administrados por la Autoridad Palestina en Cisjordania.
Pero, es que, además, omitiendo la visión particular del régimen integrista de los ayatolás respecto de Israel, se le hurtaba al lector el contexto de gran parte de, sino toda, la preocupación del estado judío frente al programa nuclear iraní: décadas de amenazas del régimen de los ayatolás contra el estado judío.
“… pocos días después de que triunfara la Revolución y se hiciera con el poder del país, el ayatolá Jomeini declaraba públicamente que el «régimen corrompido de Israel debe ser aniquilado». De la misma forma que Ahmadineyad, nada más llegar a la presidencia en 2005, aseguró que «Israel debe ser borrado del mapa. Todo el que reconozca al régimen sionista arderá en el fuego de la furia de la nación islámica»”, se apuntaba en un artículo publicado por el diario ABC en febrero de 2019.
“El régimen sionista es un crecimiento mortal y canceroso y un prejuicio para esta región. Sin duda será desarraigado y destruido”, decía el Ayatolá Ali Khamenei, por ejemplo, en un discursoemitido porla televisión estatal iraníel22 de mayo de 2020.
Dos años antes el entonces presidente de la República Islámica de Irán, Hasán Rohaní, se había manifestado en las mismas líneas, al decir:
“Uno de los resultados ominosos de la Segunda Guerra Mundial fue la formación de un tumor canceroso en la región [Israel]”.
Al tumor se lo extirpa. Con lo que estas repetidas expresiones no hacen sino apelar o amenazar repetidamente con la eliminación de Israel.
Este era el mismo Rohaní que mientras fue el negociador jefe iraní precisamente en cuestiones nucleares entre agosto de 2003 y octubre de 2005, y según informaba el Jerusalem Post (07/02/2013), alardeó durante un discurso ante el Consejo Supremo de la Revolución Cultural en 2004 – donde explicaba cómo procedía durante las conversaciones nucleares con Gran Bretaña, Francia y Alemania:
“Mientras hablábamos con los europeos en Teherán, estábamos instalando equipamiento en parte de las instalaciones de Isfahan. Creando un ambiente distendido, fuimos capaces de completar el trabajo allí”.
Pero la visión iraní es más amplia en términos regionales. Así, según daba cuenta el Middle East Research Institute (MEMRI), en marzo de 2015, Ali Younesi, asesor del entonces presidente iraní Hassan Rohani, y que anteriormente fuera ministro de Inteligencia durante el gobierno del presidente Khatami, sostuvo que Irán es nuevamente un Imperio, como lo fue en el pasado, y que su capital, Iraq, es “el centro del patrimonio, cultura e identidad iraníes”, delineando así las fronteras de, en palabras de Younesi, el “gran Irán”, en el que incluyó regiones de China, el subcontinente Indio, norte y sur del Cáucaso y el Golfo Pérsico.
En el mismo sentido, el diario Ha’artez informabaen marzo del mismo año que el Comandante de las fuerzas de élite Quds – “el ala externa (en el extranjero) de la Guardia Revolucionaria” -, Qassem Soleimani dijo durante una conferencia con jóvenes en Irán, que creía en la capacidad de Teherán para controlar los eventos en Jordania, tal como lo hace en Iraq y el Líbano. Era la primera vez, remarcaba el diario israelí, que un alto oficial iraní discutía abiertamente las ambiciones iraníes en Jordania.
Esto no se logra con seducciones diversas y fraternales abrazos. A no ser que Irán tenga una fórmula hasta ahora desconocida para expandir su dominio; la llamada “revolución islámica”. Y no la tiene. O disimula mucho su posesión: como en el atentado terrorista contra la mutual judía AMIA en Buenos Aires o contra las Torres Khobar en Arabia Saudita, o con el asesinato de cuatro líderes kurdos iraníes en Berlín.
Poco – o nada – de lo relacionado con el programa nuclear iraní dice “pacífico”. Antes bien, el secretismo militar y las aspiraciones imperiales del régimen de los ayatolás dice lo opuesto.
Y por ello, la retórica iraní no puede ser tomada a la ligera o, como El Correo, directamente ignorada para formular una circunstancia distinta donde parece ser que el régimen iraní intenta defenderse de las pérfidas maquinaciones israelíes y de la anuencia de Estados Unidos en este sentido.
En su edición del 25 de marzo de 2015 El País publicaba un artículo de opinión elocuente:
“Ahora, de repente, Irán nos tiene que parecer un país honesto, amigable, con el que iniciar un trato tú a tú, una especie de noviazgo. ¿Qué ha cambiado, en Irán? Todo el mundo sabe que nada. Tan solo el nuevo presidente, el clérigo Rohaní, usa un lenguaje menos áspero, menos violento que su antecesor. Pero las amenazas de destrucción a Israel no se han retirado. Ni se ha retirado la política represora contra su propia población. Ni que decir tiene contra las mujeres, la oposición, los artistas, los intelectuales, los homosexuales y tantos otros ciudadanos que carecen de todo derecho. Por razones geopolíticas –o de economía– Estados Unidos ha optado por negociar sobre un aspecto de enorme peligro para el mundo: el potencial nuclear”.
Nada ha cambiado.