Un palestino recibe una orden de demolición de su casa. Vive en la llamada área C de Cisjordania, es decir tierra palestina ocupada desde 1967 y controlada administrativa y militarmente por Israel.
Y, así, ya de entrada, el artículo publicado por la radio española Cadena Ser el 6 de febrero de 2019 arrancaba con uno de esos tópicos; es decir, mal: otorgando titularidad de un territorio que, por lo demás, desde el Imperio Otomano, no la tiene.
O acaso, después de la caída de dicho imperio, sí la tuviese o el compromiso legal : cuando la Liga de las Naciones designó que el Mandatario deb[ía] ser el responsable de poner en vigor la declaración formulada originalmente el 2 de noviembre de 1917, en la cual el Gobierno de Su Majestad Británica – y aprobado por dichas potencias – a favor de la creación en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío. Compromiso que primero violó Gran Bretaña al otorgarle el 80 por ciento de este a la familia árabe Hachemita. Posteriormente, la ONU propuso volver a dividir lo que quedaba para establecer un estado judío y otro árabe. La negativa árabe y la posterior ofensiva militar lanzada por ejércitos árabes contra el recién creado Estado de Israel dieron por nulo el plan de la ONU. Jordania invadió el territorio que se menciona en el texto de la Ser.
Desde entonces, hasta en otras dos ocasiones los líderes palestinos han dicho no a un estado en dichos territorios: en 2008, cuando el entonces Primer Ministro israelí, Ehud Olmert, le presentó un plan de paz global a Mahmoud Abbas; según el cual Israel habría anexionado los asentamientos’ israelíes más importantes y, a cambio, habría entregado territorio israelí equivalente a los palestinos, además de que habría dividido Jerusalén. Abbas ni siquiera contestó.
En 2000, en Camp David, vino otra negativa palestina. Las conversaciones entonces habían culminado en un plan integral conocido como los Parámetros de Clinton – que era muy similar al posterior plan Olmert, aunque no tan amplio. Pero Yasser e Arafat dio el portazo, regresó a casa y lanzó una nueva campaña terrorista contra los civiles israelíes (la llamada segunda intifada).
Dicho esto, vale aclarar que existe cierto consenso entre lo que sería un futuro estado palestino, y cuáles son las tierras en disputa a lo largo de lo que fue la línea Verde, principalmente – que habrán de negociarse para delimitar una frontera permanente. Así pues, puede hablarse de territorios que los palestinos reclaman para sí, o de territorios que se espera que luego de negociaciones pasen a formar parte de un estado judío.
Mientras tanto, no hay tal cosa como territorio palestino sí hay territorios administrados por la Autoridad Palestina (y en el caso de Gaza, bajo control del grupo terrorista Hamás). Sencillamente porque nunca existió – tres agresiones árabes conjuntasdan cuenta sobrada de los motivos de ello; además de las décadas perdidas en una práctica que no sólo no recibe el rechazo internacional, sino que es premiada con financiación e impunidad en los foros internacionales: ha dado sus frutos el método del liderazgo palestino de negarse a negociar (incluso, salvo con Salam Fayad, a construir un Estado, o al menos sus bases), recurriendo al terrorismo y la violencia (trabajo garantizado por la sistemática y constante incitación al odio, especialmente dirigida a los menores) para extraer beneficios, mientras se enriquece conspicuamente.
El artículo de la Ser, en tanto, pasaba a la siguiente práctica habitual del sesgo contra Israel: fundar el texto en una única fuente de información igualmente parcial contra dicho país la organización también israelí Regavim podría haber sido una fuente que equilibrara la balanza informativa. En este caso, la fuente, y sus afirmaciones sin corroboración ni contraparte, terminaban por ser la noticia.