Como técnica estadística, referirse a tres o cuatro testimonios, no es pobre, sino inválido. Como subterfugio periodístico, si esos relatos no van acompañados del contexto, es, ya no inexacto, sino que constituye un elemento de desinformación.
Era precisamente en estos lugares comunes de la emotividad, la omisión y la falta de asidero histórico en los que incurría el artículo publicado por el diario El Mundo el 20 de enero de 2016.
Desplazamientos debidos a conflictos, emigraciones masivas debido a crisis o a guerras, ha habido varios en la historia reciente de la humanidad. Sin embargo, aquellos desplazados, emigrados, refugiados, mal que bien, han terminado por asimilarse, incorporarse, integrarse a las naciones que los han acogido. Menos, claro está, los refugiados palestinos, cuyo estatus es tan especial como su definición y, como tal, precisan de una agencia exclusiva (UNRWA), dedicada a perpetuar de unos 700.000 refugiados se ha llegado a más de 5 millones a día de hoy – su condición de refugiados (ergo, el conflicto) al impedir su integración en los países de acogida y, así, su bienestar. Algo que la redactora de El Mundo olvidó mencionar, y que no es un dato menor.
¿Por qué no es un dato menor?
Primero y principal, porque el hecho de que no se integraran ni fueran integrados en los países de acogida, ha permitido que fuesen herramientas y coartadas para grupos terroristas palestinos, como Hamas, que participó en la contienda siria, agravando una situación que ya de por sí era extremadamente difícil para cualquier civil en Siria.
En segundo término, porque los líderes políticos palestinos los utilizan como un arma arrojadiza sobre las mesas de negociaciones con los israelíes, y como una constante instantánea de la narrativa palestina del victimismo: es decir, un recurso propagandístico – al cual El Mundo le facilitaba sus páginas.
De hecho, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, Abbas rechazó el acuerdo negociado por las Naciones Unidas con Israel para permitir que los refugiados palestinos en Siria (principalmente en el campo de Yarmouk un barrio en toda regla), se reasentasen en Cisjordania y Gaza. El motivo, según lo que declaró Abbas en 2013, ante periodistas egipcios, lo siguiente:
…rechazamos eso y dijimos que es mejor que mueran en Siria a que renuncien a su derecho de retorno.
No todo es igual
La crónica, sin aclaraciones mediantes, terminaba por sugerirle al lector que los palestinos, tanto en 1948 como ahora, son víctimas de la intolerancia, el odio y la barbarie ajenas: sujetos inocentes arrastrados por la historia.
Cuando en 1947 los Estados árabes no sólo votaron en contra de la partición [del Mandato británico de Palestina en un estado judío y otro árabe], sino que inicialmente sostuvieron que era inválida. Es por lo tanto significativo [sic] que subsecuentemente la hayan invocado para presentar sus argumentos legales a favor de los palestinos…, citaba textualmente Julius Stone (Israel and Palestine: Assault on the Law of Nations), renombrado jurista australiano, a los autores del informe An Internacional Law Analysis of the Major United Nations Resolutions Concerning the Palestine Question.
Fueron, así, los propios estados árabes y los líderes árabe-palestinos los que impidieron el establecimiento de un nuevo estado árabe en la región y los que inmediatamente lanzaron una agresión armada con la intención de acabar con el recién nacido Estado de Israel.
Al punto que Azzam Pasha, Secretario General de la Liga Árabe, llegó a declarar:
Esta guerra será una guerra de exterminio y una masacre trascendental, de la que se hablará como de las masacres mongolas y de las Cruzadas.
Los palestinos, en esta oportunidad, estuvieron en el bando agresor. El ánimo que flotaba en el ambiente no era precisamenteel de víctimas, sino todo lo contrario.
De esta manera,fueron, pues, los estados árabes y los líderes árabe-palestinos los responsables del éxodo o huída; que de ello se trató mayormente.
En este sentido, el analista de CAMERA Gilead Ini, en base a diversos estudios, señalaba que nunca se enviaron órdenes de oficio para expulsar a los árabes, y de hecho, el nuevo ejército israelí, por petición del gobierno, dejó claro en julio de 1948 que “se prohíbe expulsar habitantes árabes de sus pueblos, barrios y ciudades, y desplazar a la fuerza a los habitantes sin un permiso especial u orden explícita del Ministro de Defensa en cada caso específico.
Aunque el ministro de defensa (y primer ministro) David Ben-Gurión, no emitió ninguna orden de este tipo, no obstante, en algunos casos el ejército eligió expulsar a residentes árabes que se quedaron atrás después de la huida espontánea de sus vecinos, principalmente por razones funcionales (tales como proteger los caminos vitales, prevenir las actividades de francotiradores y evitar que los pueblos se utilizaran como base de los ejércitos árabes). Ocasionalmente, las decisiones eran revocadas por oficiales gubernamentales.
Es, más, los desplazamientos de árabes que posteriormente se llamarían palestinos respondieron sobre todo a un éxodo, a una huida. Los historiadores apuntaba Ini – concuerdan en que no hubo una sola causa para que los árabes huyeran de Palestina. Las masas huyeron principalmente porque vieron que la élite palestina hacía lo mismo. En parte, esta huida fue como respuesta a las exhortaciones de los líderes militares y políticos árabes para que los civiles palestinos evacuaran sus casas hasta que la lucha finalizara. Muchos simplemente huyeron de la intensa lucha que los rodeaba, o que perturbaría sus vidas muy pronto. En algunos casos, los militares judíos forzaron a los palestinos a salir de sus casas.
Activismo o mal periodismo: el resultado es el mismo
Efectivamente: un lector desinformado al que , como bien indicaba Giovanni Sartori en su libro Homo videns, no es que se le informe poco, sino mal, distorsionado.
Lo llamativo es que muchas veces se esgrimen como justificaciones para este mal quehacer profesional el humanitarismo, la solidaridad y otras razones que encajan en el altar del moralismo (que no moral) occidental: esa desfiguración de valores, deontología y profesionalidad, donde parece ser que está permitido violar unas normas en pos de la emotividad ideológica.