El 15 de mayo de 2013, Saeb Erekat, miembro del Comité Ejecutivo de la OLP y jefe negociador palestino volvía a escribir en las páginas de El País para conmemorar la Nakba.
El jefe negociador palestino inicia su artículo, “A los 65 años de la Nakba es hora de decir basta” asegurando que “en 1948, el pueblo palestino fue condenado al exilio mientras que Palestina desaparecía de los mapas” y reclama posteriormente “que Palestina vuelva al mapa como un Estado libre y soberano”.
¿Es necesario recordar que Palestina jamás existió como un Estado libre y soberano? ¿De verdad no lo sabe Erekat? No se puede volver a donde nunca antes se estuvo, ni puede desaparecer aquello que nunca existió.
El jefe negociador palestino apela a las resoluciones de la ONU para sostener su argumento:
“En 1949, la comunidad internacional puso como condición para la membresía israelí en la ONU su respeto a las resoluciones 181 (dos Estados) y 194 (retorno de los refugiados palestinos). Ninguna se ha cumplido.”
Una de dos, o se trata de un ejercicio de cinismo o el señor Erekat necesita una urgente lección de historia. ¿Ignora acaso que quienes violaron la resolución 181 fueron precisamente los estados árabes, que al no aceptar la partición, declararon la guerra al estado de Israel a las pocas horas de que éste lograra su independencia?
Con respecto a la resolución resolución 194 (III) de las Naciones Unidas, es curioso que Erekat olvide que fueron los países árabes quienes desoyeron la principal petición de crear una Comisión de Conciliación, ya que se negaban tan siquiera a encontrarse con los israelíes. La única parte que los árabes aceptaron fue el artículo 11 que resolvía que:
“… debe permitirse a los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos, que lo hagan así lo antes posible…”.
Cabe explicar que este artículo no se refiere en exclusiva a los 750.000 refugiados palestinos, sino también a los 800.000 refugiados judíos que fueron expulsados de los países árabes.
Añadamos que lo de “desear vivir en paz con sus vecinos” no parece corresponder con el perfil de unas personas que se negaban a aceptar la existencia de Israel o de tan sólo reunirse con un israelí.
Prosiguen los datos errados del alto cargo palestino:
“Veinticinco años después de que Palestina, en un compromiso histórico y doloroso, reconociese al Estado de Israel sobre el 78% de la Palestina histórica, Israel no solo no ha reconocido a Palestina, sino que continúa expandiendo colonias en nuestro ocupado país.”
Por un lado, los palestinos no reconocen a Israel como “Estado judío”, algo que debe ser inherente al reconocimiento de Israel, ya que así venía especificado por la misma resolución 181, que repartía el territorio en dos estados: uno judío y otro árabe (lo que no se especificaba es que éste tuviera que ser “palestino”).
Por otro lado, cuando Saeb Erekat hace referencia al 78% de su “patria histórica”, tergiversa las cifras. Israel no es el 78% de su “patria histórica”.
La Declaración Balfour del Gobierno británico de 1917 contemplaba la creación de un hogar nacional judío en todo el Mandato Británico de Palestina. Sin embargo, en 1922 la Liga de las Naciones decidió dividir la Palestina histórica en dos partes: el 80% para los árabes (el Emirato de Transjordania) y el 20% para los judíos.
Posteriormente, en 1947, la ONU decidió partir ese 20% destinado a los judíos en dos: 45% para los árabes y 55% para el Estado judío.
Es decir que Israel representa aproximadamente un 11% de la “Palestina histórica”.
Vuelve a “equivocarse” Erekat cuando asegura que “los palestinos ciudadanos del Estado de Israel no puedan conmemorar la Nakba”. La ley que en 2011 aprobó la Knesset fue una ley que determina que el ministro de finanzas puede no subvencionar a organismos que organicen eventos que nieguen la existencia de Israel o que inciten a la violencia y al terrorismo, nada que ver con la Nakba.
Prosigue Erekat describiendo al gobierno de Netanyahu:
“Pero frente a nosotros tenemos a una potencia ocupante que no desea la paz. Un Gobierno extremista hecho para y por colonos. Un Gobierno que cada vez que ha tenido la posibilidad de optar entre la paz y las colonias elige lo segundo, un Gobierno cuyos ministros llaman a la eliminación del Estado palestino y a la construcción de casas para un millón de colonos en territorio ocupado.”
Sin embargo la realidad es bien distinta. En reiteradas ocasiones, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha llamado a la mesa de negociaciones al presidente palestino, que en reiteradas ocasiones se ha negado, imponiendo condiciones previas. El mismo Mahmud Abbas, que hoy exige la paralización de las construcciones como condición sine qua non para sentarse a negociar, fue quien rechazó la paralización de 10 meses que le ofreció en su día Netanyahu, optando más por la paz que por las colonias.
Nadie ha llamado a la “eliminación del Estado palestino”. No se puede eliminar algo que no existe. Y recordemos una vez más, que el Estado de Palestina no existe como tal. Fue aprobado como “estado observador” por la Asamblea General de la ONU. Pero la Asamblea General de la ONU no tiene potestad para conceder el estatus de “Estado”. Ni tiene fronteras definidas, ni tiene población definida, ni siquiera todo el territorio está controlado por una misma entidad.
Afirma Erekat:
“Eso incluye ataques en contra del tejido social palestino, como la ley de ciudadanía que prohíbe a los palestinos ciudadanos de Israel —1,5 millones de cristianos y musulmanes— casarse con palestinos del Estado de Palestina, a costa de decenas de miles de esposas e hijos que deben separarse debido a esa discriminadora política.”
Eso es completamente absurdo. Cualquier israelí es libre de casarse con quien le dé la gana. El problema, como en cualquier país del mundo, radica en que la residencia al cónyuge no es automática. Si el israelí quiere casarse e irse a vivir con su pareja a Ramallah, no hay ninguna prohibición por parte de Israel. El problema es que los israelíes tienen terminantemente prohibido por parte de la Autoridad Palestina entrar en las zonas bajo control palestino. De modo que si existe algún tipo de discriminación, es la Autoridad Palestina quien la ejerce, no Israel.
El artículo de Erekat es un despropósito que pretende culpar a Israel de decisiones árabes y que parte de la base de un falso “Estado palestino”. No significa que no tengan derecho a su estado, pero tergiversar la historia no ayudará a nadie.
El mayor problema es que Erekat es precisamente quien se encarga de negociar para lograr que ese estado llegue a existir algún día. Partir de una base de mentiras no es precisamente una buena señal.