Fanatismo, The New York Times e Israel

A continuación reproducimos un artículo de Andrea Levin, Directora de CAMERA, publicado originalmente por el Jerusalem Post el 8 de abril de 2013. Si bien, y como el título lo indica, hace referencia a la cobertura del The New York Times, a nadie puede escapársele a cuántos medios en español se le pueden aplicar las mismas críticas; en cuántos casos, como el que se expone en la nota, y que se repiten cíclicamente los medios terminan contribuyendo no sólo a lavar la imagen de los grupos terroristas (o, al menos, a borronear los criterios morales), sino a acallar y a segregar a los moderados, que ven cómo el grueso de la prensa internacional aplaude y festeja a los terroristas y a los fanáticos.

El texto de Andrea Levin (traducción Grupo ReVista):

La cobertura del The New York Times de Israel se está convirtiendo cada vez más en un paisaje de medias verdades y peor aún, estructurado no por el camino al que conducen los hechos, sino por ideas preconcebidas. Las acciones palestinas son catalogadas como reactivas a las israelíes, sin motivación autónoma y, esencialmente, sin culpa; en tanto que Israel es el actor principal, la parte que causa los eventos, el responsable y, muy a menudo, el acusado.

Una comparación de dos incidentes relatados por el New York Times pone de relieve el patrón y el tratamiento radicalmente diferente dispensado a ambas partes en gran parte de la cobertura. Ambas historias implican serios interrogantes sobre la naturaleza de las culturas de las dos sociedades – la israelí y la palestina -. Ambas se refieren a una importante y profunda cuestión, relacionada con el hecho de cómo el odio engendra violencia e impulsa a ambos lados a separarse, y con cómo los miembros de la sociedad responden al fanatismo entre sus propio pueblo.

La presentación que hace el NY Times de las dos, revela capas de sesgo y pone de manifiesto lo mucho que los lectores son engañados

En el primer caso, una crónica en la página 15 de la edición del 23 de marzo de 2013 – en realidad, un obituario – refiere la muerte de Mariam Farhat. También conocida como la “Madre de mártires”, la fama de Farhat vino a partir de la proclamación de su deseo de que sus hijos se convirtieran en “mártires” matando judíos, mujeres y niños incluidos, hasta que toda la tierra entre el Río Jordán y el Mediterráneo sea islámica. A los supervivientes judíos se les permitiría quedarse y vivir bajo dominio musulmán. Tres de sus hijos realizaron el deseo maternal; uno de ellos, un adolescente de 17 años, infiltrándose en un asentamiento de Gaza, en marzo de 2002, en un atentado suicida, donde mató a tiros a cinco estudiantes judíos e hirió a varios más antes de ser abatido.

La muerte de Mariam Farhat ocasionó una efusión de alabanzas y duelo a lo largo de todo el espectro del liderazgo palestino, desde Hamas, el grupo con el que desde hacía tiempo había sido asociada, hasta también el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, que montó una tienda de duelo para la fallecida cerca de la sede presidencial en Ramallah. Dirigentes de Fatah la elogiaron; uno de ellos, ensalzándola como “una gloriosa palestina” y otro, ofrendando la esperanza de que le sea concedido un lugar “en el Paraíso junto a los santos y los mártires…” (MEMRI). Las informaciones aseguraban que 4000 personas asistieron a su funeral, dónde fue cubierta con la bandera de Hamas y se le colocó un arma sobre su cuerpo.

La cobertura del NY Times fue aséptica y respetuosa, sin emitir juicio alguno sobre Farhat y refiriéndose a ella como una legisladora palestina [electa con Hamas en las elecciones legislativas de 2006] que fue encomiada por el Primer Ministro de Hamas, Ismael Haniyeh. El periodista señaló sin comentario el expreso deseo de Farhat de haber tenido cien hijos como el que mató a los estudiantes judíos. Una línea, al final de la crónica, refería que la mujer era popular entre las jóvenes de Hamas.

Nada en la versión del NY Times sugería la necesidad de un examen de conciencia por parte de los palestinos, sobre la glorificación de una mujer que colmó a sus hijos de odio y que los incitó a asesinar y a suicidarse. Los editores y periodistas del NY Times evidentemente le restaron importancia a una cultura que hace de Farhat un ícono admirado, en lugar de un paria.

De hecho, el NY Times tampoco había visto ningún valor noticioso en 2001 en la incorporación por parte de la Autoridad Palestina, como símbolo para avanzar su campaña para el reconocimiento de la estadidad palestina en la ONU, de otra madre de hijos dedicados a la violencia contra Israel. La heroína, entonces, Latifa Abu Hmeid, que se opone a la solución de dos Estados, es la madre de un muchacho abatido durante un ataque terrorista contra Israel, y otros siete presos en cárceles israelíes. Es madre también fue presentada como un modelo para los palestinos, un modelo que representa la violencia y el irredentismo, no la reconciliación y el compromiso. El NY Times ignoró esa historia por completo.

La asunción tácita, en la cobertura del NY Times, de que no debe esperarse que la sociedad palestina adhiera a un código moral que rechaza el adoctrinamiento infantil en el odio asesino y en el terrorismo por parte de las madres, puede ser vista como un sesgo anti-árabe, al implicar que la incapacidad de los palestinos de vivir con arreglo a las normas de comportamiento que se esperan de los demás. Pero el tenor de la cobertura del NY Times deja muy claro que el sesgo es contra Israel, que el periódico decide interpretar a los palestinos como conducidos a actuar inmoralmente debido a la presencia israelí en los territorios o a los checkpoints o a cualquiera de la miríada de alegaciones dirigidas contra Israel.

Pero a su vez, informar honestamente sobre Mariam Farhart, también puede ser visto como un riesgo, una afrenta a la gente que puede hacer que la vida del personal del NY Times en la zona sea difícil.

Sin embargo, el silencio del NY Times no sólo no aborda abiertamente la corrupción social representada por Farhat, cuya cobertura podría potencialmente traer un cambio; sino que no le otorga ninguna oportunidad ni voz a aquellos – quizás muchos – palestinos cuyo sentir podría ser muy distinto y podrían sentirse alentados por la cobertura del medio a disentir del aplauso a las posturas radicales de Farhat. El NY Times, en efecto, traiciona a las voces de la moderación opuestas a los regímenes irredentistas de Gaza y Ramallah; lo hace al repetir los mensajes, de esos mismos regímenes, de que Israel es el problema, y al elegir no investigar e informar honesta y extensamente sobre la responsabilidad palestina.

Irónicamente, Farhat fue entrevistada por un presentador de la televisión egipcia varios años atrás que desafió abiertamente sus acciones, diciendo que a cualquier madre normal le parecen antinaturales. El presentador la presionó sobre sus dichos acerca del asesinato de mujeres y niños, y dijo que Farhat era vista por muchos en el mundo árabe y en occidente como una terrorista. Estas eran preguntas racionales y obvias, y también servían al espectador; pero nunca fueron formuladas por el NY Times.

Muy diferente fue la dramática respuesta del NY Times a un suceso anterior, ocurrido en agosto de 2012, cuando las crónicas de Jodi Rudoren e Isable Kirshner relataron cómo adolescentes judíos golpearon brutalmente a un joven árabe en Jerusalén. El NY Times reprodujo el incidente en grande, con dos historias de portada con una semana de diferencia, ascendiendo a un total de 2500 palabras. Inmediatamente, la historia se convirtió en una serie de interrogantes generales acerca de la moralidad de los israelíes y a cuestiones sobre la necesidad de realizar exámenes de conciencia y sobre el ambiente político envenenado que afectan la brújula moral de la juventud judía en Israel. Numerosos comentaristas fueron citados para ampliar la presunta maldad de los perpetradores judíos del ataque, que refleja un fundamentalismo nacional reproduce el de los neo-nazis, Talibanes o del Ku Klux Klan.

La segunda crónica – un seguimiento de la historia -, también de primera plana, se centraba en la sociedad israelí como movida por una miríada de conflictos internos de identidad y pluralismo. Un miembro de la Knesset – Parlamento israelí – era citado denunciando el ataque y calificando el incidente como un tipo de problemática que puede poner en peligro la democracia israelí.

Sin duda, el suceso fue un tema central en Israel – que supuso un doloroso debate interno – y la decisión del NY Times de cubrirlo fue razonable. Pero el protagonismo de primera plana, presentándolo repetidamente, de hecho, como uno de los más importantes sucesos mundiales, junto al ángulo perseguido en la cobertura, son, en su conjunto, algo muy distinto.

Enmarcar el incidente como una corrupción en el seno de la sociedad israelí, en tanto que la exaltación, por parte del liderazgo palestino, de madres que alimentan a sus hijos en el odio y el terror, se presenta como una cuestión sin importancia.

Palestinian Media Watch ofrecía en 2010 un listado de los crímenes de algunos de los hijos de Latifa Abu Hmeid:

Nasser Abu Hmeid- 7 cadenas perpetuas más 50 años – Comandante del ala militar de Fatah, las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa en Ramallah. Declarado culpable del asesinato de siete civiles israelíes y 12 tentativas de asesinato.


Nasr Abu Hmeid– 5 cadenas perpetuas – Miembro de la facción terrorista de Fatah, Tanzim, condenado por su participación en dos ataques terroristas y por tráfico de armas.


Sharif Abu Hmeid– 4 cadenas perpetuas – Miembro en una de las unidades de los hermanos que llevaron a cabo ataques terroristas contra civiles y soldados. Acompañó a un terrorista suicida en su ataque en marzo de 2002.


Muhammad Abu Hmeid– 2 cadenas perpetuas más 30 años por su participación en ataques terroristas.

Fuente: PMW
En la cobertura que realizan los medios de información en español la falta de contexto a la hora de exponer las informaciones sobre los presos palestinos, es reiterativa. Por ejemplo, un artículo de ReVista del 7 de abril de 2013 indicaba:

“El artículo cuenta que el preso cuya muerte prendió la llama de las manifestaciones ‘fue condenado en 2002 a cadena perpetua y falleció el martes bajo custodia tras una larga batalla contra el cáncer’. Pero Europa Press olvida explicar que Maysara Abu Hamdiyeh había sido condenado por haber orquestado un atentado para Hamas, reclutando a un terrorista para que se detonara en una cafetería en Jerusalén. El atentado falló y Hamdiyeh fue detenido. El motivo del encarcelamiento del fallecido no es un detalle sin importancia. Especialmente cuando las palabras de Abbas y el tratamiento de la noticia parece dar a entender que Israel detiene y mata palestinos alegremente”.

En cambio, los medios terminan por validar los puntos de vista extremos palestinos, a la vez que trasladan toda la carga de culpa y de sospecha hacia Israel. Así, la constante glorificación del terrorismo y la incitación al odio por parte de la Autoridad Palestina, pasan desapercibidos para la prensa, que no duda en señalar los “asentamientos” como obstáculo para la paz.

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