Una pilar esencial de la deslegitimación del estado de Israel es la negación de la historia del pueblo judío. Si robamos y rescribimos el pasado, y decidimos que los hebreos no han sido más que un pequeño capítulo intrascendente en Medio Oriente, conseguiremos poner en duda su legítimo derecho a su tierra.
Poco importa que un libro como la Biblia certifique la presencia hebrea en las tierras de Canaan hace más de 4000 años, poco importan las múltiples ruinas arqueológicas que testifican de la huella judía en la región, poco importa la ininterrumpida presencia israelita en la zona. Si las pruebas estorban, las pruebas se roban.
A raíz de la reciente decisión de la UNESCO de condenar la renovación del puente de los Magrebíes que une la plaza del Muro Occidental y el Monte del Templo y que Israel está llevando a cabo por motivos de seguridad, Giulio Meotti escribió el 19 de Julio de 2011 un artículo en el diario Ynet titulado UNESCO against the Jews (La UNESCO contra los judíos), en el que acusa a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) de estar colaborando en el robo de la historia de los judíos con el único fin de debilitar el derecho de la existencia de Israel.
Escribe Meotti:
Mientras el mundo crea que existe una gran relación entre el pueblo de la Biblia y la tierra de la Biblia, los árabes tendrán dificultades para presentar de manera convincente a Israel como usurpador de la tierra. La UNESCO está negando esa conexión al describir la historia judía en Medio Oriente como una mera estancia breve e insignificante llevada a cabo por colonizadores arrogantes.
Meotti también denuncia en su artículo que:
En los últimos años, la UNESCO ha incrementado su colaboración con la ISESCO, el organismo cultural de la Organización de la Conferencia Islámica. Según la propaganda de ISESCO, la historia bíblica y los templos judíos son sólo ficción. Los monumentos judíos son tesoros islámicos robados por los sionistas, y los trabajos arqueológicos israelíes son actos criminales contra los musulmanes.
En efecto, la UNESCO / ISESCO Arab Research Policy Network (ARADESC) se creó en Rabat en 2006.
La Organización Islámica para la Educación, la Ciencia y la Cultura (ISESCO) fue fundada, por su parte, en 1978 por la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) que en su carta fundacional se compromete a:
apoyar la lucha del pueblo palestino, que actualmente se encuentran bajo ocupación extranjera, y darles la posibilidad de alcanzar sus derechos inalienables, incluido el derecho a la libre determinación y a establecer su Estado soberano con Al-Quds Al-Sharif [Jerusalén] como su capital, salvaguardando al mismo tiempo su carácter histórico e islámicos, y los lugares santos en él
La ISESCO se ha mantenido fiel a esa línea y ha sido pródiga en condenas a Israel, en llamados al boicot a cualquiera que lo legitime y en denunciar lo que llama la judaización de Jerusalén.
Luchar contra la judaización de Jerusalén es como luchar contra la Historia misma. Recordemos, tal y como escribió la analista de CAMERA, Ricki Hollander, en su análisis sobre Jerusalén que:
El Rey David estableció a Jerusalén como la capital de Israel en el año 1004 AC. Israel fue una nación soberana e independiente entre los años 1004 y 586 BC, o sea, por más de 400 años. Desde entonces y hasta el establecimiento del presente Estado de Israel, en esa tierra nunca hubo un país o nación independiente. En Jerusalén, la presencia judía ha continuado ininterrumpidamente por 3000 años.
Es decir que 1.574 años antes del nacimiento del profeta Mahoma, Jerusalén ya era judía y la presencia judía continuó ininterrumpida en Jerusalén hasta el día de hoy.
Sin embargo es interesante la postura de la UNESCO al respecto, ya que si bien no es capaz de reconocerla como capital del Estado judío, no tuvo ningún reparo en nombrarla Capital de la Cultura Árabe 2009.
Recordemos que Israel reconoce el valor sagrado que Jerusalén tiene para las otras religiones. De hecho sólo cuando volvió a manos de Israel, la ciudad empezó a gozar de libertad religiosa y libre acceso a los lugares sagrados para todas la distintas creencias. Mientras estuvo en manos jordanas, los judíos no podían acceder a sus sitios de culto, y los cristianos lo tenían limitado. Hoy en día, cada religión controla y gestiona sus lugares sagrados.
Sin embargo, en Noviembre de 2010 un comunicado de la UNESCO informaba de su política respecto a los lugares sagrados:
Sitios palestinos de al-Haram al-Ibrahimi/Tumba de los Patriarcas en Al-Jalil/Hebrón y mezquita de Bilal bin Rabah/Tunba de Raquel en Belén: el Consejo decidió por 44 votos a favor, uno en contra y 12 abstenciones reafirmar que ambos sitios son parte integrante de los territorios palestinos ocupados y que cualquier acción unilateral de las autoridades israelíes deberá ser considerada una infracción del derecho internacional, las convenciones de la UNESCO y las resoluciones de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no tardó en calificar dicha medida de absurda y en preguntar públicamente:
“Si los lugares donde están enterrados los patriarcas y matriarcas del pueblo judío -Abraham, Isaac, Jacob, Sara, Lea y Raquel- desde hace unos 4.000 años no son parte de la herencia judía, entonces ¿qué es parte (de nuestra herencia)?”
De hecho el lugar es la primera compra de tierras de la que se tiene constancia (Génesis, 23) y en su Historia del pueblo judío, Chaïm Potok la definió como unas negociaciones que dan una imagen extremadamente precisa de las transacciones comerciales de la época en Medio Oriente (Une histoire du peuple juif, des origines à nos jours. Éditions Ramsay. p.61)
Pero la UNESCO no parece creer en las evidencias de la Historia. Algo paradójico para un organismo que pretende ocuparse del Patrimonio de la Humanidad, si no fuera porque está evidentemente más interesada en tomar posturas ideológicas y decisiones políticas.
Y es que la UNESCO, que es un organismo especializado de la Organización de Naciones Unidas (ONU), es rehén de sí misma y de su propia conformación. Su mayoría de países árabes y no alineados sólo le permiten emitir sistemáticamente sentencias condenatorias contra Israel.
Con respecto a la resolución 3379, que equiparaba el sionismo con el apartheid sudafricano, el historiador catalán Joan B. Culla analizaba en su libro La Tierra más disputada:
En la ONU, la aritmética de los bloques países islámicos más países comunistas más no alineados más africanos…- configura desde la guerra de Octubre [la guerra de Yom Kipur 1973] una mayoría automática entregada a la causa árabe y a la retórica propalestina, siempre dispuesta para votar contra Israel. Resultan de ello una serie de gestos y una veintena de resoluciones de la Asamblea General (3089, 3210, la 3236, la 32/40… sin contar las que adoptan la UNESCO, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización Mundial de la Salud y otras agencias especializadas), resoluciones de carácter testimonial, pero destinadas no sólo a exigir la retirada hebrea de los territorios ocupados o a la construcción de un Estado palestino, sino a satanizar Israel, a hacer de él un proscrito de la legalidad internacional, a socavar sus fundamentos ideológicos y morales (Joan B. Culla. La Tierra más disputada. Alianza Editorial. p 280)
Y en referencia a las propuestas palestinas ante el organismo internacional, el viceministro de Exteriores israelí, Danny Ayalón declaraba recientemente en una entrevista en el diario español El Mundo:
Su mayoría en la ONU es automática y no tiene que ver con lo que proponen ni con los intereses de la comunidad internacional. Cincuenta y siete países islámicos, 22 de la Liga Árabe y otros que antes eran definidos los no alineados son una mayoría automática que no es legítima.
La Organización No Gubernamental UN Watch, que supervisa a la ONU y cuya hipocresía ha subrayado en múltiples ocasiones, ha alertado de la obsesión anti-israelí de la Asamblea General. El director ejecutivo de UN Watch, Hillel Neuer, llegó a denunciar que:
Las innumerables resoluciones anti-israelíes y debates relacionados consumen una sorprendente proporción de los valiosos recursos de la ONU. Este año, durante la 61ª Sesión de la Asamblea General (2006-2007), el tiempo dedicado por los embajadores a promulgar la 22ª resolución del año contra Israel, fue el tiempo no dedicado a aprobar una sola resolución sobre el genocidio de Sudán en Darfur.
Neuer también se ha permitido ironizar afirmando que Un extra terrestre que observara los debates de las Naciones Unidas, la lectura de sus resoluciones, y caminara por sus pasillos bien podría concluir que el propósito principal de la organización mundial es el de censurar a un pequeño país llamado Israel.
De modo que la labor cleptohistórica de la UNESCO es un frente más, abierto por una ONU mayoritariamente anti-israelí. Podría ser algo absurdo, como lo tildó el primer ministro Netanyahu, sin embargo parecería que Israel es más bien protagonista de una novela kafkiana, donde las situaciones ilógicas son aceptadas con toda naturalidad por el resto de personajes, tanto que el lector termina por asimilarlas y aceptarlas como normales.
Pero, lo quiera la UNESCO o no, la Historia siempre será la Historia.