Por AYAAN HIRSI ALI
Alá es nuestro objetivo; el Profeta es nuestro líder; el Corán es nuestra ley; la Jihad es nuestro camino; morir por Alá es nuestro mayor deseo”. Así reza el lema de los Hermanos Musulmanes.
Lo extraordinario de esta máxima es la forma sucinta en que captura la dimensión política del Islam. Aún más extraordinaria es la capacidad de estos cinco pilares de fe para atraer a los verdaderos creyentes. Pero lo más notable de todo es la forma en que el lema de los Hermanos Musulmanes seduce a los liberales occidentales.
Los lectores de este artículo están familiarizados con el génesis de los Hermanos Musulmanes: su creación en Egipto en 1928 por Hassan al-Banna; su historia de terrorismo; sus vástagos violentos como Al Qaeda, Lashkar-e-Taiba, Jamait Islamiya, la Jihad Islámica, Hamas y otros grupos por todo el mundo musulmán. Los lectores también pueden recordar las represiones brutales que sufrieron los Hermanos en manos de los regímenes autocráticos del Medio Oriente, especialmente en Egipto bajo Nasser y en Siria durante la masacre de Hama en 1982.
Como resultado de estas represiones, los Hermanos renunciaron a la violencia en los años 70 (después de que el régimen de Nasser ejecutara al filósofo islamista Sayyid Qutb en 1966), y empezaron un proceso gradual de participación en la política convencional.
Esta renuncia y la participación de los Hermanos en la revuelta egipcia, que no fue violenta ni dominante, ha motivado a algunos comentaristas a instar al gobierno estadounidense a que colabore con los Hermanos como interlocutores legítimos en los asuntos del Medio Oriente.
Al igual que un drogadicto después de años de rehabilitación, ahora los Hermanos Musulmanes se consideran limpios. Según dicen, precisamente debido a su pasado turbulento puede confiarse en ellos para que ayuden a guiar al pueblo de Egipto hacia una nueva era de reforma política.
Estos comentaristas opinan que los Hermanos serán mejor socio para los EE. UU. que el presidente destituido Hosni Mubarak porque son un movimiento popular con un papel cívico y económico importante en la sociedad egipcia. Equiparan a los Hermanos Musulmanes con el partido AK del primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, muy admirado en occidente por su islamismo moderado, que les ofrece a los turcos la atractiva combinación de desarrollo económico e identidad religiosa. Según esta perspectiva, el islamismo moderado es como la democracia cristiana en la Europa occidental de postguerra.
Recientemente, Essam El-Errian y Tariq Ramadan han expresado esta clase de opiniones en el New York Times y el Herald Tribune. Un miembro del Consejo Asesor de los hermanos Musulmanes, el Sr. El-Errian, escribió que su organización tiene una posición inequívoca contra la violencia y aspira a lograr la reforma y los derechos para todos. De acuerdo con su explicación, los Hermanos no desean jugar un papel dominante en el nuevo gobierno y no van a proponer un candidato para la presidencia.
De manera predecible, el Sr. Ramadan, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes, retrató al grupo como pacífico. Sostuvo que si alguna vez este grupo hizo algo que arrojara dudas sobre sus credenciales pacíficas fue por culpa de los regímenes represivos que los Estados Unidos y otras potencias occidentales apoyaban.
Ni el Sr. El-Errian ni tampoco el Sr. Ramadan mencionaron que el lema de los Hermanos Musulmanes todavía está vigente, para no hablar de sus implicaciones. Al menos el Sr. El-Errian admitió que el movimiento no quiere una democracia secular y liberal al estilo occidental, porque esta clase de democracias rechazan el papel de la religión en la vida pública.
Estos defensores de los Hermanos Musulmanes apuntan a dos audiencias. La primera es la pequeña pero influyente élite liberal en los EE. UU. y su contraparte más amplia en Europa, que nunca se ha sentido cómoda al apoyar a tipos como el Sr. Mubarak y le encantaría creer en un islamismo moderado y sentimental.
La segunda audiencia incluye predominantemente a jóvenes que iniciaron la revuelta y la han mantenido viva con las redes sociales de Internet y otras herramientas de los medios de comunicación modernos. Los jóvenes de las calles de Cairo no pueden dejar de sentirse atraídos por la fuerza que ha constituido la oposición más tenaz y consistente contra el odiado dictador. Y después de todo, ellos son musulmanes en su mayoría.
No obstante, los jóvenes tampoco son totalmente ignorantes de los cambios drásticos que los islamistas imponen en las sociedades que llegan a gobernar: prohíben el alcohol, la música, las películas y los cabarets. Muhammad Akef Mahdi, uno de los líderes principales de los Hermanos en Egipto, ha declarado en diversas entrevistas que los Hermanos quieren depurar la prensa de contenido no islámico y procurar la conformidad entre el cine y el teatro y los principios del Islam.
La destreza política de los Hermanos Musulmanes es formidable y pareciera estar alcanzando sus metas; a saber: la insistencia de los occidentales ingenuos acerca de que debe haber elecciones a la mayor brevedad, y al menos el apoyo tácito de jóvenes egipcios cuyos votos necesitará para ganar.
En lugar de circular opiniones editoriales como la del Sr. Ramadan, la prensa occidental serviría mejor a los egipcios si expusiera las intenciones ocultas de los Hermanos Musulmanes. Debido a las limitaciones de la libertad de prensa en Egipto, muchos egipcios educados y otros árabes dependen de los medios de comunicación occidentales para obtener las noticias y los análisis. Es imperdonable negarles un escrutinio minucioso de los planes pasados y futuros de los Hermanos.
En lugar de simplemente presionar para que haya elecciones a la primera oportunidad, los comentaristas occidentales deberían abogar por más tiempo, sobre todo, para permitir la redacción de una nueva constitución egipcia. Esta clase de constitución introduciría controles y equilibrios, eliminaría el sistema de partido único y garantizaría la protección de los derechos humanos. En concreto, protegería a Egipto de la imposición de la ley de la Sharia.
Es cierto que los tiranos o los fanáticos religiosos pueden desechar las constituciones si asumen el poder. Pero la introducción de una constitución bien diseñada les dificultaría hacerlo. Esto también haría que para los EE. UU. y otros observadores internacionales resulte más fácil garantizar que cualquier elección futura sea libre y justa.
Quien crea que un resultado verdaderamente democrático en Egipto es la verdadera meta de los Hermanos Musulmanes no ha logrado entender, o ignora deliberadamente, el lema del grupo.
La Sra. Ali fue miembro del parlamento holandés; es la autora del reciente libro Nómada: del Islam a América: un viaje personal a través del choque de civilizaciones (Free Press, 2010), y es una académica residente del American Enterprise Institute.