Cuando el Reverendo Dr. Gary Burge, el hombre que volvió la promesa de Dios a Abraham en un signo cósmico de “patéame” pegado permanentemente en la espalda del pueblo judío, en su libro cargado de errores, ¿La tierra de quién? ¿La promesa de quién?, apareció en el espectáculo de Hank Hanegraff en mayo de 2007 e invocó un ensayo escrito por el Reverendo Dr. Naim Ateek, fundador del Centro Teológico de Liberación Ecuménica Sabeel como evidencia de que hay palestinos opuestos a los actos de terror contra Israel.
Aunque que el ensayo del Reverendo Dr. Ateek se invoca con frecuencia ante audiencias cristianas en EE. UU. para demostrar que de hecho, Sabeel es una organización pacificadora, es improbable que el ensayo del Reverendo Dr. Ateek contribuya a la disminución de los ataques suicidas que se han producido desde 2004. La valla de seguridad de Israel se construyó para detener los ataques perpetrados por musulmanes de lengua árabe que viven en Cisjordania o la Franja de Gaza, no para los presbiterianos, episcopálicos o congregacionalistas de lengua inglesa que son la audiencia principal del Dr. Ateek en EE. UU. Aún así, por si sirve de algo, diferentes versiones del ensayo del Reverendo Dr. Ateek están disponibles aquí, aquí, y aquí. También apareció en la publicación de septiembre/octubre de 2003 de Iglesia y Sociedad, una revista extinta publicada anteriormente por la Iglesia Presbiteriana (EE. UU.).
Sin embargo, los lectores tendrán más dificultad en encontrar otro documento publicado por Sabeel: “Vía Crucis contemporánea, una travesía litúrgica por la Vía Dolorosa palestina”.
Este documento, que presenta comparaciones de líneas rectas entre las políticas israelíes y las Estaciones de la Cruz (una meditación cristiana litúrgica del sufrimiento y crucifixión de Cristo) no se puede encontrar en el sitio web de Sabeel, ni en ninguna otra parte en el Internet, sino que sólo se puede obtener en la oficina de la organización en Jerusalén. Sin embargo, los Ministerios Globales de la Iglesia de Cristo Unificada y los Discípulos de Cristo difunden el documento, que no menciona el sufrimiento israelí o la culpabilidad palestina. (Pueden encontrar aquí un enlace directo a la hoja publicitaria en PDF de los Ministerios Globales que anuncia el folleto de 40 páginas).
El documento, publicado en 2005, destruye las afirmaciones de los defensores cristianos y judíos de Sabeel acerca de que el uso que hace el grupo de las imágenes de crucifixión es algo diferente de lo que es: un intento de presentar a los palestinos como inocentes víctimas de crucifixión, al estilo de Cristo, perpetrada por Israel, el estado judío. El documento también demuestra que los alegatos de que las quejas e inquietudes con respecto a la retórica hostil del Reverendo Dr. Ateek han tomado sus palabras “fuera de contexto”son falsos.
La aplicación discriminatoria del Drama de la Pasión de Cristo en el conflicto árabe-israelí es un aspecto central en el plan de Sabeel, y la liturgia lo prueba.
Aunque el uso que hace Sabeel de la Pasión para demonizar a Israel (en una liturgia de adoración) es preocupante, hay otro problema: el tono incesante de auto compasión irresponsable que permea el documento. En la forma que se describe el conflicto árabe-israelí en la liturgia, nada es culpa de los palestinos o sus “partidarios” árabes, todo es culpa de Israel; y en última instancia, no hay nada que los palestinos puedan hacer para mejorar su suerte excepto reclutar cristianos en los EE. UU. en sus esfuerzos para demonizar y aislar a Israel. (Los únicos israelíes cuya humanidad se reconoce son activistas de paz israelíes que se pueden utilizar para dar credibilidad a la noción de que toda la culpa del conflicto recae sobre Israel).
La liturgia
La introducción de la liturgia dice:
“Esta ‘Vía Crucis contemporánea’ se ha desarrollado como un acto de adoración que tiene orígenes en la tierra donde Jesús nació, vivió y murió, y los eventos originales del Viernes Santo se relacionan con el sufrimiento constante del pueblo ocupado que vive en esta tierra actualmente. Esta liturgia intenta ayudar a los demás a entender algo de los eventos que han moldeado este lugar conflictivo durante el último siglo, y a llamar la atención acerca del muy real y constante sufrimiento del pueblo palestino. Esta se esfuerza por proporcionar una presentación honesta de la situación y simplemente pide a los que toman parte en este acto de adoración que escuchen, recen por nosotros y recen con nosotros conforme dirigimos la mirada a una paz justa, completa y duradera.”
El(los) autor(es) anónimo(s) del documento ofrece(n) varias sugerencias de cómo este se puede utilizar en la adoración: “tres o cuatro estaciones por semana a través de toda la Cuaresma”, dos o tres estaciones diarias durante la Semana Santa”, durante las clases de la escuela dominical o “como una herramienta devocional personal”.
La estructura de cada “estación” es la misma: una introducción pseudo histórica que deja fuera información importante, seguida por una “meditación de inauguración” que compara un aspecto del conflicto actual con el sufrimiento de Cristo durante su último día en la tierra. Por ejemplo, la condena de Cristo se equipara con “La Nakba de 1948” y su muerte en la cruz se compara con la “devastación en Gaza”. Estas meditaciones de inauguración continúan con una mezcla de las escrituras sagradas, testimonios de primera mano, rezos, poemas y finalmente, una reflexión de clausura. El efecto en términos generales es representar a Israel como una nación asesina de Cristo, y a los palestinos como corderos de Dios inocentes, que sufren tanto por los pecados de Israel como por las deficiencias de la comunidad internacional.
Distorsiones de la fuente histórica
Para lograr seguir esta representación, la liturgia de Sabeel se enfoca casi totalmente en la violencia israelí, sin proporcionar ninguna información sobre la violencia árabe contra Israel. Por ejemplo, eltexto de la liturgia en la Primera Estación, que compara la condena de Jesús con el “Nakba de 1948” dice lo siguiente:
“Después del fracaso del plan de partición de la ONU sugerido en 1947, grupos militares judíos empezaron a tomar extensas áreas de Palestina por la fuerza. Durante este período más de 400 aldeas fueron despobladas, los residentes se expulsaron por la fuerza o huyeron ante el avance de los militantes judíos. El ejemplo más atroz de destrucción de aldeas ocurrió en Deir Yassin en abril de 1948. Deir Yassin, una comunidad próspera de 600 personas sufrió una masacre de aproximadamente 120 hombres, mujeres y niños en las manos del Irgun y la Banda Stern (fuerzas terroristas sionistas). […] Los asuntos relacionados tanto con los derechos de retorno y con la compensación para los refugiados que huyeron y cuyas casas y propiedades se destruyeron o confiscaron están cubiertos por la Resolución 194 de la ONU, y todavía están por resolverse. Como Israel ocasionó el desplazamiento de los palestinos, destruyó sus aldeas y ciudades, les negó sus derechos humanos básicos y los avasalló y oprimió ilegalmente, está obligado moralmente a admitir su injusticia contra los palestinos y asumir la responsabilidad por sus actos.”
A continuación, la “meditación de inauguración” dice: “Así como Jesús fue condenado a morir, de la misma forma, los hechos de 1948 aprobaron una sentencia de muerte para más de 400 aldeas históricas palestinas que fueron destruidas completamente por todo el país”.”
La narrativa litúrgica del Sabeel omite hechos cruciales. Por ejemplo, el plan de partición aprobado (no “sugerido”) por la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre de 1947 fracasó porque los países árabes que rodean a Israel atacaron al Estado Judío el día después de que este declaró su independencia. Y aunque se mataron civiles en Deir Yassin, Sabeel no menciona los 1.256 israelíes que mataron los extremistas árabes en el tiempo que transcurrió entre la aprobación del plan de partición y el desencadenamiento de la guerra, el 15 de mayo de 1948. Aunque se mataron y expulsaron civiles de sus casas en ambos lados de la Guerra de 1948, sin embargo, en un esfuerzo patentemente deshonesto para presentar a los palestinos como víctimas inocentes, Sabeel omite hacer referencia alguna a la muerte o expulsión de judíos antes y durante esta guerra. Además, la aseveración de que “Israel ha causado el desplazamiento de los palestinos” es engañosa porque omite reconocer que la crisis de refugiados palestinos se precipitó por una guerra que empezaron los vecinos árabes de Israel, y que estos mismos vecinos han malogrado repetidos intentos de Israel y la comunidad internacional para encontrar hogares permanentes para los refugiados palestinos.
No obstante, en el rezo de clausura de la Segunda Estación de la Cruz (que compara la situación apremiante de los palestinos desplazados con Jesús cargando su cruz en el camino a su crucifixión) los autores le piden a Dios que “fortalezca la voluntad de la comunidad internacional para trabajar por su repatriación y compensación, en aras del Uno [Cristo] al que hicieron que fuera un refugiado, y ahora vive y reina para siempre”. Un rezo más honesto le pediría a Dios que estimule a los líderes árabes para que reviertan su política de prolongar el sufrimiento de los refugiados palestinos.
Además, en esta parte de la narrativa histórica, testimonio o rezo no se menciona los cerca de 1 millón de refugiados desalojados de las tierras árabes y de judíos desalojados de Cisjordania y la Franja de Gaza como resultado de la Guerra de 1948.
Como es de esperar, el Sabeel ofrece una presentación distorsionada y deshonesta de la Guerra de los Seis Días y sus consecuencias en la liturgia. La Tercera Estación compara la primera caída de Jesús en el camino a su crucifixión con “1967 y la ocupación”. También, como es de esperar, la narrativa histórica relata la toma de posesión israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza y el desplazamiento de 460.000 palestinos, sin hacer referencia alguna a la responsabilidad de los árabes por provocar la guerra. La liturgia de Sabeel no alude a las declaraciones belicosas del presidente egipcio Nasser, ni menciona la decisión de Nasser de expulsar a los conciliadores de la ONU de Sinaí, su decisión de desplegar tropas en Sinaí o el cierre del Estrecho de Tirán. En su lugar, como la mayoría de los demás documentos de Sabeel, todo siempre es culpa de Israel:
“La ocupación de 1967 continúa actualmente, contraria a la ley internacional, y la constante “apropiación de tierras” israelí y su represión del pueblo palestino mediante la construcción de asentamientos, cierres, persecución burocrática y control militar, contraviene aún más las normas de la forma en que un ocupante está legalmente obligado a tratar a una población bajo su control.”
Lo que la liturgia omite mencionar es que Israel tenía la esperanza de negociar un convenio de tierra por paz después de la Guerra de los Seis Días, pero en su lugar se encontró con los Tres nos de Jartum (No a la paz con Israel; No al reconocimiento de Israel; No a las negociaciones con Israel). La liturgia tampoco menciona el fracaso de Yasir Arafat para negociar de buena fe en Camp David en 2000 y su rechazo de los Parámetros de Clinton en 2001. Más bien, la liturgia publica un poema escrito por Rima Nasir Tarazi que incluye el siguiente segmento:
Ellos profanaron nuestros lugares sagrados y violaron nuestros santuarios.
Ellos crucificaron nuestra humanidad y pisotearon nuestras aspiraciones.
Ellos cerraron nuestras universidades y cercaron nuestras escuelas.
Para silenciar a nuestros jóvenes y usurpar nuestros derechos.
El mensaje de este segmento es obvio: Los israelíes crucificaron a los palestinos, que no han hecho nada malo. (Casi la única referencia a la humanidad israelí viene en la Octava Estación, que compara las Mujeres en Contra de la Ocupación con la reunión de Jesús con las mujeres de Jerusalén).
El uso que hace Sabeel del drama de la Pasión de Cristo como una Situación forzada para su narrativa deshonesta sobre el conflicto árabe-israelí se vuelve más evidente en la forma que trata la liturgia la Cuarta Estación, que compara la “asedio y toque de queda” que experimenta el pueblo palestino con la reunión de Jesús con su madre en el camino a su crucifixión. La narrativa introductoria describe las medidas de seguridad impuestas a Cisjordania (que de hecho son molestas) sin describir los ataques suicidas que las precedieron. No hay un reconocimiento de que durante los años 1990 Israel redujo su presencia militar y administrativa en Cisjordania y entregó grandes porciones de su territorio a la Autoridad Palestina dirigida por Yasir Arafat, quien omitió detener la incitación en los medios de comunicación palestinos, se negó a negociar de buena fe en Camp David y omitió detener los ataques suicidas durante la Segunda Intifada.
El testimonio que se ofrece en esta estación empieza con una anotación en el diario de Cedar Duaybis, un miembro administrativo de Sabeel. La anotación, fechada el 20 de abril de 2002 empieza como sigue:
“Este es el día 23 de la invasión y toque de queda israelí en las ciudades gemelas de Ramala y Al Bire. Por tres semanas, 120.000 personas se han visto confinadas a sus hogares. Aunque los tanques israelíes han destrozado completamente, como cajas de cartón, cerca de la mitad de los carros de Ramala, los que todavía funcionan pueden ocasionar congestiones de tránsito imposibles, porque la maquinaria de guerra israelí ha bloqueado o dañado muchos caminos. Se forman multitudes fuera de cada comercio, aunque muchas personas sólo pueden costearse pocas cosas. Cuando las personas se reúnen, toman uno o dos minutos para intercambiar noticias. Miles han sido arrestados, muchos asesinados o dejados sin hogar. Las noticias sólo son de sufrimientos y de personas que tratan de recoger los pedazos de sus vidas rotas…”
Duaybis omite mencionar que en el día veinticuatro antes de la anotación en su diario (27 de marzo de 2002), un ataque suicida perpetrado por Hamas en un Seder de Pascua en el Park Hotel Netanya mató a 30 israelíes e hirió a otros 140.
Su anotación incluye otro segmento:
“Nuestro largo confinamiento se acompaña por los sonidos constantes del ejército israelí, que en su camino hace explotar las casas, comercios, centros culturales, teatros, diferentes ministerios nacionales, además de la municipalidad. Ellos destruyen todo lo que está en su camino, incluso documentos valiosos, archivos, trabajos de investigación, registros médicos y dentales. En resumen, están destruyendo al pueblo palestino: su identidad, su cultura y su memoria.”
¿Destruyendo el pueblo palestino? Aunque la destrucción de papeleo y registros médicos es lamentable, es ridículo, irresponsable y divorciado de la realidad describir estas pérdidas como la destrucción del pueblo palestino, cuya población se ha cuadruplicado en Cisjordania y la Franja de Gaza desde la Guerra de 1948.
La liturgia continúa del mismo modo a través del resto del texto. La “opresión burocrática” se equipara con el despojo de Jesús de sus ropas (10ª Estación); la “devastación en Gaza” (de la que se culpa a Israel) se equipara con el clavado de Cristo a la cruz (11ª Estación); la valla de seguridad (que se describe sin hacer referencia a los ataques suicidas que esta ayudó a detener) se compara con la muerte de Cristo en la cruz (12ª Estación).
Dos anotaciones incluyen referencias a los responsables por la muerte y el sufrimiento de Cristo. La Quinta Estación (que compara el estrés y la humillación causados por la ocupación con Simón de Cirene que carga la cruz de Jesús) dice: “Aquellos en el poder presentan mayores acusaciones y condenas, que incluyen burla y ridiculización. Si, están los sumos sacerdotes, los Herodes, los Pilatos y los soldados”. Y la Séptima Estación (que compara las demoliciones de casas con la segunda caída de Jesús) incluye un segmento del Padre Rafiq Khoury, un sacerdote católico en Jerusalén quien escribe:
“La mayor victoria de Herodes es matar en nosotros la voluntad de vivir. Esta es la verdadera victoria de Herodes sobre el infante Jesús. Es el eterno conflicto entre Herodes: la autoridad, y el infante: el sueño. Los cohetes, tanques y bulldozers pueden limitar nuestro movimiento externo, ponernos en una esquina y demoler nuestros hogares. Sin embargo, no pueden matar nuestra voluntad de vivir. Si ellos tienen éxito, entonces, esta será su verdadera victoria.”
El impacto e intención de estas referencias a Herodes, Pilatos y los sumos sacerdotes es retratar al Israel moderno como responsable por la muerte de Jesucristo, representado por el pueblo palestino. El efecto general de esta retórica es retratar el conflicto árabe-israelí como una agresión judía a la sensibilidad cristiana, cuando en realidad el conflicto es principalmente entre judíos israelíes, que intentan preservar un estado judío, y árabes musulmanes, que objetan la soberanía judía en el Medio Oriente.
“Las Vía Crucis Contemporánea” encarna la tendencia de Sabeel de afirmar la demonización por encima de la liberación, el agravio por encima del perdón, el resentimiento por encima de la esperanza, la autocompasión por encima de la responsabilidad y la propaganda deshonesta por encima de un entendimiento honesto. En última instancia, las personas con más probabilidad de sufrir debido a las actitudes que manifiesta este documento son los mismos palestinos, el mismo pueblo que Sabeel dice que trata de liberar. Si la liturgia de Sabeel es “El Camino” para el pueblo palestino, este se dirige hacia más sufrimientos y desastres autoinfligidos. Brindar un apoyo convencional irreflexivo a Sabeel es irresponsable, porque sólo estimula y premia a la organización por su constante demonización de Israel, y también por su fracaso en reconocer la capacidad del pueblo palestino de realizar juicios morales y tomar acciones en conformidad con estos.
Sólo nos queda la esperanza de que el documento no se haya traducido al árabe.